Las circunstancias obligaron a millones de templos religiosos a cerrar sus puertas, las iglesias de cualquier denominación, por salud pública, debieron dejar de lado sus congregaciones y la reunión con sus miembros, e ir a casa a confinar su familia, amigos o con quienes vivieran. Aunque no es la primera vez que sucede esto en la historia de la iglesia por una enfermedad a nivel mundial, acatar el aislamiento social es lo más sabio, prudente y amoroso que se puede hacer. Ha sido muy duro verse en la necesidad de
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