Posted On 22/05/2025 By In Biblia, portada With 722 Views

“La caída” Apuntes para deconstruir un locus teológico acríticamente aceptado | César Silva

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“La caída”
Apuntes para deconstruir un locus teológico acríticamente aceptado 

 

¿𝗣𝗼𝗿 𝗾𝘂𝗲́ 𝗻𝗼 𝗲𝘅𝗶𝘀𝘁𝗲 𝗹𝗮 “𝗰𝗮𝗶́𝗱𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝘀𝗲𝗿 𝗵𝘂𝗺𝗮𝗻𝗼” 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗷𝘂𝗱𝗮𝗶́𝘀𝗺𝗼?

Una de las grandes sorpresas que me llevé cuando comencé a estudiar el texto bíblico desde una perspectiva académica, fue descubrir que la idea de una “caída” de la humanidad en el Edén no existe en el judaísmo antiguo. Aquello que me enseñaron durante años —que el pecado de Adán y Eva marcó el inicio de la corrupción moral y la condena universal del ser humano— no está presente ni en el texto hebreo original, ni en la tradición interpretativa temprana del judaísmo.

La noción del pecado original, entendida como una culpa hereditaria transmitida a toda la humanidad desde aquel primer acto de desobediencia, no proviene de la Biblia Hebrea, sino de una interpretación teológica posterior, especialmente desarrollada en el cristianismo a partir de Pablo de Tarso y sistematizada por Agustín de Hipona en el siglo IV.

 

𝟭. ¿𝗤𝘂𝗲́ 𝗱𝗶𝗰𝗲 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝗹 𝘁𝗲𝘅𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗚𝗲́𝗻𝗲𝘀𝗶𝘀?

Leamos con atención el relato de Génesis 2–3. Allí se describe cómo el ser humano (ha-adam) es puesto en un jardín para cultivarlo y guardarlo (Gen 2:15), y se le da una instrucción clara:

“De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. (Génesis 2:16–17)

Lo que sigue es la historia que todos conocemos: la mujer escucha a la serpiente, come del fruto, lo comparte con el hombre, y ambos adquieren una nueva conciencia. Pero lo que no aparece en el texto es la palabra “pecado” (חֵטְא, jétʼ) ni un lenguaje de condenación eterna o de herencia moral corrompida. En lugar de ello, lo que vemos es un cambio de estado, un paso de la inocencia a la conciencia, de la desnudez inconsciente al pudor y al conocimiento.

No hay maldición sobre el hombre ni la mujer. Hay consecuencias. La tierra será más difícil de trabajar, el parto más doloroso, la vida más exigente. Pero no hay ningún lenguaje de caída metafísica o espiritual.

De hecho, en Génesis 3:22, cuando Elohim decide expulsar al ser humano del jardín, la razón que da es sorprendente:

“𝘠 𝘥𝘪𝘫𝘰 𝘠𝘏𝘝𝘏 𝘌𝘭𝘰𝘩𝘪𝘮: 𝘏𝘦 𝘢𝘲𝘶𝘪́ 𝘦𝘭 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘩𝘢 𝘷𝘦𝘯𝘪𝘥𝘰 𝘢 𝘴𝘦𝘳 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘶𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘯𝘰𝘴𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴, 𝘤𝘰𝘯𝘰𝘤𝘦𝘥𝘰𝘳 𝘥𝘦𝘭 𝘣𝘪𝘦𝘯 𝘺 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘭; 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢, 𝘱𝘶𝘦𝘴, 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘢𝘭𝘢𝘳𝘨𝘶𝘦 𝘴𝘶 𝘮𝘢𝘯𝘰 𝘺 𝘵𝘰𝘮𝘦 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪𝘦́𝘯 𝘥𝘦𝘭 𝘢́𝘳𝘣𝘰𝘭 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢, 𝘺 𝘤𝘰𝘮𝘢, 𝘺 𝘷𝘪𝘷𝘢 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦…”

Lo que se evita es que el ser humano viva eternamente en su estado actual. La expulsión no es un castigo, sino una prevención. El jardín no es el cielo, y la salida del Edén no es el infierno. Es la entrada en la condición humana real.

 

𝟮. 𝗟𝗮 𝘁𝗿𝗮𝗱𝗶𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗿𝗮𝗯𝗶́𝗻𝗶𝗰𝗮 𝗻𝗼 𝗵𝗮𝗯𝗹𝗮 𝗱𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗰𝗮𝗶́𝗱𝗮

Lo que también me impresionó fue descubrir que la literatura rabínica clásica nunca desarrolla la idea de un pecado original. En el Talmud, en el Midrash o en los comentarios de Rashi y otros sabios medievales, el episodio del Edén se trata con mucho más equilibrio. Se reconoce que hubo una transgresión, sí, pero no una condena hereditaria.

Por ejemplo, en el Talmud Bavli, Sanedrín 91b, se afirma claramente:

“𝘊𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯𝘰 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘰 𝘱𝘦𝘤𝘢𝘥𝘰, 𝘯𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘦𝘭 𝘱𝘦𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦 𝘴𝘶 𝘢𝘯𝘵𝘦𝘱𝘢𝘴𝘢𝘥𝘰”.

Y en Bereshit Rabbah 19:12, los rabinos discuten la expulsión del Edén en términos éticos, pero nunca como una catástrofe cósmica. En lugar de eso, se entiende que el ser humano fue creado con dos impulsos: el yetzer hatov (impulso al bien) y el yetzer hará (impulso al mal). La lucha moral es parte natural de la vida humana, no consecuencia de una caída.

Incluso el famoso principio de Ezequiel 18:20 lo deja claro:

“𝘌𝘭 𝘢𝘭𝘮𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘦𝘤𝘢𝘳𝘦, 𝘦𝘴𝘢 𝘮𝘰𝘳𝘪𝘳𝘢́; 𝘦𝘭 𝘩𝘪𝘫𝘰 𝘯𝘰 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘳𝘢́ 𝘦𝘭 𝘱𝘦𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦, 𝘯𝘪 𝘦𝘭 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘳𝘢́ 𝘦𝘭 𝘱𝘦𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘭 𝘩𝘪𝘫𝘰”.

Este versículo fue central en el pensamiento profético: la responsabilidad moral es individual, no colectiva ni heredada. Esta es una línea que el judaísmo conservó con firmeza durante siglos.

 

𝟯. ¿𝗗𝗲 𝗱𝗼́𝗻𝗱𝗲 𝘃𝗶𝗲𝗻𝗲, 𝗲𝗻𝘁𝗼𝗻𝗰𝗲𝘀, 𝗹𝗮 𝗶𝗱𝗲𝗮 𝗱𝗲 “𝗹𝗮 𝗰𝗮í𝗱𝗮”?

Como mencioné antes, la idea de una “caída” con implicaciones metafísicas nace en el pensamiento cristiano. En Romanos 5:12, Pablo escribe:

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.

Aquí vemos una interpretación radical del relato: Adán es el canal por el cual el pecado entra en el mundo, y ese pecado afecta a todos. Pablo está construyendo un paralelo con Cristo, el nuevo Adán, cuya obediencia redime a la humanidad.

Esta idea se desarrollará más adelante en la teología cristiana hasta convertirse en el dogma del peccatum originale (pecado original), que fue canonizado por Agustín de Hipona. Pero reitero: esta lectura no está en la Biblia Hebrea. Es una reinterpretación teológica posterior que impuso una mirada sombría sobre la condición humana.

 

𝟰. 𝗨𝗻𝗮 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗹𝗲𝗰𝘁𝘂𝗿𝗮 𝗱𝗲𝘀𝗱𝗲 𝗭𝗲𝘃𝗶𝘁 𝘆 𝗹𝗮 𝗰𝗿𝗶́𝘁𝗶𝗰𝗮 𝗺𝗼𝗱𝗲𝗿𝗻𝗮

En su libro What Really Happened in the Garden of Eden?, Ziony Zevit sostiene que el relato del Edén debe entenderse como una narración etiológica, no como una historia de condena. Es decir, busca explicar por qué los humanos viven como viven: por qué trabajamos, por qué sentimos vergüenza, por qué morimos.

Zevit escribe:

“𝘌𝘭 𝘳𝘦𝘭𝘢𝘵𝘰 𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘳𝘶𝘱𝘵𝘶𝘳𝘢 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘭𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦 𝘋𝘪𝘰𝘴 𝘺 𝘦𝘭 𝘩𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦. 𝘔𝘢́𝘴 𝘣𝘪𝘦𝘯, 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘯𝘴𝘪𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘥𝘦𝘭 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘥𝘰 𝘥𝘦 𝘥𝘦𝘱𝘦𝘯𝘥𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘪𝘯𝘰𝘤𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘢𝘭 𝘥𝘦 𝘢𝘶𝘵𝘰𝘯𝘰𝘮𝘪́𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘰𝘯𝘴𝘢𝘣𝘭𝘦”. (Zevit, 2013, p. 119)

Esta lectura coincide con otros estudiosos como Nahum Sarna y James Kugel, quienes sostienen que el énfasis del texto está en la maduración del ser humano, no en su caída.

 

𝟱. 𝗖𝗼𝗻𝗰𝗹𝘂𝘀𝗶𝗼́𝗻

El judaísmo antiguo no necesita una caída para explicar el mal ni para justificar la redención. El ser humano es libre, responsable y capaz de elegir. La historia del Edén, más que una tragedia, es el nacimiento de la conciencia moral. Es el momento en que el ser humano deja el jardín de la infancia y entra en el mundo real.

𝐍𝐨 𝐟𝐮𝐢𝐦𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞𝐧𝐚𝐝𝐨𝐬: 𝐟𝐮𝐢𝐦𝐨𝐬 𝐥𝐢𝐛𝐞𝐫𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐝𝐢𝐫.

𝐘 𝐪𝐮𝐢𝐳𝐚́𝐬 𝐞𝐬𝐨 𝐞𝐬 𝐥𝐨 𝐦𝐚́𝐬 𝐢𝐧𝐪𝐮𝐢𝐞𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐭𝐨𝐝𝐨. 𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞, 𝐚𝐥 𝐟𝐢𝐧𝐚𝐥, 𝐧𝐨 𝐬𝐞 𝐭𝐫𝐚𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐜𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐩𝐞𝐜𝐚𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐨𝐭𝐫𝐨… 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐝𝐢𝐫 𝐪𝐮𝐞́ 𝐡𝐚𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐧 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚 𝐥𝐢𝐛𝐞𝐫𝐭𝐚𝐝.

 

César Silva

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