Posted On 19/06/2025 By In portada, Teología With 253 Views

Clave simbólica del Credo de Nicea | Jaume Triginé

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A lo largo de este año, se está conmemorando el 1700 aniversario del Concilio de Nicea —en el que fue redactado el Credo— a través de diversos actos litúrgicos y académicos; así como mediante la publicación de diferentes libros y artículos. Intuimos que muchas de estas actividades están contribuyendo a mantener la imagen de Dios implícita en la declaración conciliar, propia de la cosmovisión del siglo iv (geocentrismo, filosofía dualista, divinidades extrínsecas…); pero alejada de la comprensión actual de las cosas, asuntos teológicos incluidos.

Escribe el teólogo Andrés Torres Queiruga: «Nuestra visión actual de Dios está marcada desde su raíz por las experiencias y los conceptos de un mundo que ha dejado de ser el nuestro, puesto que nos separa de él uno de los cortes más profundos de la historia de la humanidad: la emergencia del paradigma moderno»[1].

En estos últimos diecisiete siglos el mundo ha cambiado espectacularmente en todos los ámbitos. La entrada en la modernidad ha representado un cambio paradigmático en el decurso de la historia. La humanidad transita actualmente hacia horizontes de difícil precisión: creciente dependencia de la tecnología; instalación en la duda permanente a causa de la manipulación de la información, más orientada a la creación de un orden social que a la verdad objetiva de las cosas…

Mas, como señala Torres Queiruga, nuestra comprensión de lo divino continúa influenciada por parámetros pre-modernos, propios de un entendimiento en el que se conjugan el mito, nuestras proyecciones antropomórficas y las imágenes mentales de Dios. Lo mismo podríamos decir de una cristología ajena a las aportaciones sobre el Jesús histórico y de las doctrinas acerca del Espíritu.

Son varias las voces que expresan la necesidad de presentar los conceptos teológicos del Credo en un lenguaje apropiado a nuestra realidad, dominada por un sentido secular de la existencia, en la que Dios ha sido excluido de la ecuación. Ya, en su momento, el teólogo Hans Küng, autor del libro Credo, indicaba: «Nada de lo que expresan estas palabras (Padre, Todopoderoso, Creador) es obvio hoy en día: Cada una de ellas necesita ser explicada, traducida a nuestro tiempo»[2]. Hans Joas, profesor de Sociología en la Universidad de Chicago insiste en esta misma idea: «La historia de los dogmas resulta sencillamente incomprensible sin una contextualización socio-histórica»[3].

Más recientemente, Francisco Conesa, Obispo de Solsona, ha escrito al respecto: «El credo de Nicea sigue vigente y actual, pero es necesario explicarlo en el lenguaje de nuestros contemporáneos, para que no piensen que contiene formas abstractas, sino palabras llenas de vida. Demasiadas veces, la fe aparece como algo desfasado, anacrónico, mágico. Necesitamos encontrar lenguajes nuevos y frescos que sean capaces de llegar al alma del hombre contemporáneo»[4].

En un contundente léxico, Javier Cercas, autor de El loco de Dios en el fin del mundo plantea: «si no se transforma ese lenguaje, si no se produce una revolución lingüística radical, que permita decir las cosas viejas de una forma nueva, el cristianismo está muerto».[5]

Nos preguntamos, pues: ¿Es posible esta adaptación de un texto del siglo iv al lenguaje secular de las primeras décadas del siglo xxi? ¿Cómo hacer comprensibles unos presupuestos cuyas raíces se hunden en el judaísmo y en la filosofía helénica a los hombres y las mujeres de la postmodernidad? ¿Es posible lograr el interés de una sociedad, cada vez más alejada del hecho religioso, por unos contenidos impregnados de aquello que ahora se rechaza? ¿El lenguaje del Credo de Nicea puede ser decodificado por la generación de la inteligencia artificial y los algoritmos?

No es posible responder de forma simple a este conglomerado de interrogantes. Quizá todo dependa de la actitud con la hacemos presente la declaración de Nicea a nuestro presente. Planteado de forma dogmática, como algo invariable, cerrado e inmutable a lo largo de los siglos, provocará ya no sólo el rechazo, sino la indiferencia. La disonancia cognitiva de dos cosmovisiones alejadas, no tan solo temporalmente, sino también culturalmente (en el sentido más amplio del término) es enorme y difícilmente conciliable.

Una posibilidad de sortear este abismo es considerar que sólo el lenguaje simbólico permite expresar el Misterio. A diferencia de las formulaciones dogmáticas que pretenden mantener de modo invariable sus contenidos a lo largo del tiempo, los símbolos, por su propia naturaleza, como señalaba el filósofo francés Paul Ricoeur: «dan que pensar»[6] lo que significa que permanecen abiertos a diferentes comprensiones.

El Credo de Nicea, también conocido como El símbolo de los apóstoles, participa de estas características. El obispo Conesa nos lo recuerda: «Las verdades contenidas en el credo nos conducen más allá de sí mismas. Desde muy antiguo se conoce la profesión de fe o credo con el nombre de «símbolo». […] A través de las palabras, se revela y evoca un misterio que las trasciende. Las verdades que profesamos remiten a misterios que se refieren a la vida íntima de Dios, al sentido de nuestra propia vida y al valor del mundo creado»[7].

Será esta consideración del lenguaje simbólico del Credo, como lo es todo lenguaje religioso, lo que permitirá una transición en lo teológico para, en nuevos lenguajes y hermenéuticas actualizadas, presentar aseveraciones sin adherencias religiosas, filosóficas o culturales, en muchos casos caducas (en cuanto expresiones temporales) y por lo tanto variables y contingentes.

La riqueza de la teología de los dos últimos siglos, las sucesivas investigaciones sobre el Jesús histórico, el método histórico-critico de estudio de los textos bíblicos… pueden aportar puntos de conexión con el pensamiento contemporáneo. Puede ser una buena forma de conmemorar el 1700 aniversario del Credo, otorgándole un aura de atemporalidad.
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[1] Torres Queiruga, A. Alguien así es el Dios en quien creo. Editorial Trotta. Madrid, 2013.

[2] Küng, H. Credo. Editorial Trotta. Madrid, 1977.

[3] Joas, H. El poder de lo sagrado. Herder Editorial, S. L. Barcelona, 2023.

[4] Varios autores. Nosotros creemos. Centro de pastoral litúrgica. Barcelona, 2025.

[5] Cercas, J. El loco de Dios en el fin del mundo. Random Hous. Barcelona, 2025.

[6] Ricoeur, P. (1998). El símbolo da que pensar. Revista Anthropos. Año 1998. Número 181.

[7] Varios autores. Nosotros creemos. Centro de pastoral litúrgica. Barcelona, 2025.

 

Jaume Triginé

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