Posted On 24/06/2025 By In Opinión, portada With 482 Views

La libertad no es de ultraderecha | Carlos Osma

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Estamos en el mes del Orgullo, el mes de mayor visibilidad del colectivo LGTBIQ+ y cuando nos es más fácil hacer llegar nuestras reivindicaciones al resto de la sociedad. Pero hay que priorizar, por eso hace meses que las diferentes entidades que trabajan por los derechos de todes tratan de acordar cuál es el tema que este año quieren poner sobre la mesa. En la Ciudad Condal, el lema del Pride Barcelona 2025 será «La libertad de ser».

Cuando he visto la palabra libertad en el lema lo he interpretado como un acto de resistencia, que pretende evitar regalársela a una ultraderecha que desde hace tiempo la está vaciando de justicia para hacerla suya. Nosotres, las personas LGTBIQ+ nos hemos enfrentado al odio y la injusticia que padecemos apelando a la libertad de cada persona para poder expresar quién es, para formar su familia, vivir su espiritualidad, o decidir sobre su propio cuerpo. Y es verdad que, a veces, en ese proceso ha podido parecer que pecábamos de individualistas, pero nada más lejos de la realidad. La mayoría de las personas LGTBIQ+ somos conscientes de que formamos parte de un colectivo —construido políticamente claro, aunque algunes se pierdan en esencialismos— y que la libertad la pedimos para las personas que lo forman, pero también para el resto de la sociedad. Derechos para todes, sin quitar derechos a nadie, partiendo siempre de la premisa de que odiar y oprimir no es un derecho.

Hace unos días, en un grupo de WhatsApp que servía como medio de comunicación entre varios directores y directoras de centros de educación secundaria, uno de ellos le dio buenas referencias a otro sobre una profesora a la que iba a hacer una entrevista. «¿Pero está buena o no? Alegrarse la vista todos los días también es importante», le respondió el segundo. Cuando una directora intervino en el grupo para denunciar el asqueroso comentario machista recibió el mansplaining del director, y tras replicarle ella, él se quejó de que le estaban coartando su libertad de expresión, y que hoy en día los hombres tenían que ir con pies de plomo para que las feministas y gais  —entiendo que los gais no entraban en su categoría de hombre— no se volvieran locas, y que no iba a estar ni un minuto más en un grupo de WhatsApp en el que no podía expresarse libremente.

Esto podría ser una anécdota, claro, pero no lo es: mensajes como este, o similares respecto de otros temas, son replicados constantemente por la ultraderecha política, el fundamentalismo religioso, el feminismo transexcluyente, los lobbies que tienen muchos dólares que perder si se implementan medidas para frenar el cambio climático, las grandes empresas que se enriquecen más cada año gracias a migrantes indocumentados mal pagados y sin derechos… Es decir, por quienes sienten que la justicia amenaza sus privilegios. Y lo hacen apelando siempre a la libertad, oponiéndose a regulaciones y leyes que protejan a quienes tienen vidas precarizadas. Una libertad vacía de justicia, entendida como el derecho a hacer y decir lo que se quiera desde el lugar de privilegio que tienen.

Pero no es esa la libertad a la que nos referimos las personas LGTBIQ+, si es que lo otro merece ser llamado libertad. Las libertades que no tratan de protegernos a todes de las vulnerabilidades que nos amenazan, al final no nos sirven de nada, son más bien privilegios con piel de cordero, de ultraliberal, de cristiano, de demócrata. Tampoco hablamos de libertades teóricas, muy bien justificadas y formalizadas, pero que no tienen espacios reales donde poder ser, vivir, visibilizarse, fortalecerse. La libertad para todes necesita de la construcción de mundos para todes. Por eso sabemos que quienes silencian la diversidad, restringen derechos, bombardean ciudades, ametrallan inocentes en zonas donde se reparten alimentos, desahucian familias de sus hogares, disparan a personas migrantes; quienes quieren proteger un mundo para unos pocos, no están hablando de libertad, sino de privilegios.

La libertad para todes necesita, como dice el lema del Pride Barcelona 2025, de la construcción de espacios donde poder ser, donde todas podamos ser, sin oprimir a las demás. No es fácil la construcción de esos espacios si pensamos únicamente en términos individualistas, o de búsqueda de privilegios de un grupo determinado. Es cierto que nos enfrentamos al mundo a partir de nuestra propia experiencia y de nuestras limitaciones, pero también es cierto que tenemos la capacidad de empatía —la obligación de empatía, diría yo—, de abrirnos a las experiencias de los demás, y también de ser sensibles a las amenazas a las que sometemos hoy a la naturaleza. Hay poderes que nos hablan de otras libertades, que tratan de borrar cada pequeño espacio de libertad para todes que hemos logrado construir a base de mucho esfuerzo, y que pretenden que nos rindamos. Pero no tenemos alternativa, si queremos seguir manteniéndonos todas vivas: la libertad que buscamos es aquella que desde la justicia privilegia y construye mundos donde todes podemos ser.

 

Carlos Osma

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