RELIGIONES Y DERECHOS HUMANOS
Límites del diálogo y el discernimiento ético en el ámbito interreligioso
PARTE IV
Fundamento teológico del diálogo:
Una vocación, no una concesión
- El discernimiento como clave: fundamento teológico, criterios éticos y orientación profética del Diálogo Interreligioso
La Iglesia católica, en el concilio Vaticano II, reafirmó el valor del diálogo con las religiones del mundo como expresión de la búsqueda de la verdad y la fraternidad humana. Nostra aetate constituye un hito fundamental en esta apertura[i], al tiempo que Dignitatis humanae establece la libertad religiosa como derecho inalienable[ii]. Más recientemente, el Documento sobre la fraternidad humana, firmado por el papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar, Al-Tayyeb, ratifica esta línea, afirmando que «Dios no necesita ser defendido con violencia»[iii].
Pero este diálogo, para ser auténtico, requiere discernimiento. La caridad no puede prescindir de la verdad, como bien exponía J. Ratzinger (Benedicto XVI)[iv]; ni la fraternidad de la justicia, al igual que sostenía el papa Francisco[v]. El respeto al otro no debe implicar ceguera ética ni negación de principios no negociables como la dignidad humana, la libertad de conciencia y religión o la igualdad entre hombres y mujeres, a lo que sumar la plena inclusión de la diversidad sexual humana y de las opciones familiares.
- Religiones y Derechos Humanos: cuando el credo se convierte en coacción
Los casos de abuso legal y social en nombre de la religión abundan. Las leyes de blasfemia en Pakistán y Nigeria, por citar unos ejemplos sangrantes por su elevado extremismo fanático, han sido utilizadas sistemáticamente para castigar a quienes se apartan de las ortodoxias oficiales o pertenecen a minorías religiosas, en especial el cristianismo en esas tierras:
- Pakistán: Shagufta Kiran (2024) y Asia Bibi (2010–2018) fueron acusadas de blasfemia sin pruebas sólidas. El solo contacto impuro con el Corán, una conversación privada o una palabra malinterpretada bastaron para condenarlas a la cárcel o a la pena capital[vi].
- Nigeria: Deborah Samuel Yakubu, en 2022, fue linchada por estudiantes tras enviar un mensaje religioso en WhatsApp. Rhoda Jatau fue encarcelada por defenderla[vii].
Estos hechos (un mínimo botón de muestra) demuestran que el marco doctrinal de algunas religiones, cuando se traduce en legislación civil sin respeto por la diversidad y el pluralismo ideológico, se convierte en instrumento de terror e ignominia. El problema no está en la religión en sí, aunque también en algunos casos concretos, sino en su deformación institucionalizada, que confunde fidelidad a Dios con dominio sobre los cuerpos y las conciencias.
- Criterios para un Diálogo Interreligioso responsable
No todo lo que se llama religión puede ser interlocutor válido sin condiciones, al igual que no lo es el sectarismo en cualquiera de su tipología. La apertura al diálogo debe ir acompañada de un discernimiento ético basado en:
- La reciprocidad: los interlocutores deben aceptar condiciones mínimas de respeto y libertad mutua.
- La denuncia profética: el diálogo incluye la posibilidad de cuestionar las estructuras que perpetúan la injusticia.
- La verdad como horizonte: no se trata de igualar todo, sino de buscar juntos lo que humaniza y promueve el desarrollo pleno de los seres humanos al igual que el respeto por la creación.
- El respeto a la conciencia: ninguna religión puede exigir sumisión ciega como prueba de fidelidad y no admitir, incluso con el empleo de la violencia extrema, la conversión a otras formas religiosas.
- El riesgo del relativismo y de la complicidad
En aras del respeto mutuo, algunos sectores eclesiales o diplomáticos han caído en una forma de neutralidad que resulta peligrosa. El relativismo ético, que equipara todo credo y toda práctica por igual, acaba legitimando abusos que niegan el espíritu mismo del diálogo. El ecumenismo y la interreligiosidad no deben confundirse con la claudicación moral. Como recordaba el papa Benedicto XVI en Caritas in veritate: «Sin verdad, la caridad deriva en sentimentalismo»[viii]. Y sin verdad, el diálogo se convierte en estrategia o cortesía vacía de todo.
- Conclusión: diálogo sí, pero con firmeza ética y respeto
El presente trabajo ha mostrado, a lo largo de sus cuatro grandes secciones, que el diálogo interreligioso y ecuménico no es ni un lujo teórico ni una cortesía diplomática, sino una vocación profundamente evangélica, enraizada en la lógica misma de la revelación cristiana y en el dinamismo de la historia de la salvación. Desde Abraham hasta el Vaticano II, pasando por los profetas, Jesús de Nazaret, los Padres de la Iglesia, la Reforma protestante, el Concilio de Jerusalén y el Consejo Mundial de Iglesias, emerge una misma intuición: el Dios de la Biblia es el Dios del encuentro, no del encierro; del éxodo, no de la exclusión; de la verdad, pero también de la libertad.
Ahora bien, este diálogo —si quiere ser verdadero y no mero artificio— debe estar articulado sobre tres pilares inseparables: la fidelidad teológica, la claridad ética y la coherencia profética. No puede haber diálogo sin verdad, como tampoco puede haberlo sin respeto y sin justicia. La fe cristiana no llama a la imposición doctrinal, pero tampoco a la claudicación moral. La apertura al otro exige la firmeza de una conciencia formada, libre y atenta al sufrimiento de los pueblos.
Una de las tesis centrales de este estudio ha sido la ambivalencia estructural del hecho religioso: toda religión, incluso la cristiana, puede ser cauce de gracia o instrumento de opresión; puede elevar o someter, liberar o alienar. La historia está llena de ejemplos en uno y otro sentido. Por ello, la primera exigencia del diálogo es el discernimiento, no la concesión fácil. El diálogo que no distingue entre religiosidad liberadora y sectarismo destructivo —como advirtió Fromm y ratificaron Küng, Ricoeur, Moltmann y Bonhoeffer— se transforma en una forma de relativismo cómplice o en silencio culpable.
Esta tensión exige una teología del límite: el diálogo no puede justificar prácticas que contradicen frontalmente la dignidad humana, como el sometimiento de la conciencia, la negación de la libertad religiosa, la violencia moral, el patriarcalismo sacralizado, el castigo por apostasía o la represión de la libertad de pensamiento. El respeto no puede convertirse en escudo del terror ni en coartada del miedo. Todo sistema religioso que anule la libertad de conciencia, que niegue el derecho a cambiar de fe o que legitime el castigo en nombre de lo sagrado, debe ser interpelado con claridad, incluso si ello rompe la armonía superficial de ciertos espacios interreligiosos.
Por otra parte, esta conclusión ha querido mostrar que el diálogo no se opone al testimonio. Al contrario: solo dialoga quien tiene algo que decir, y solo testimonia quien sabe escuchar. En ese sentido, el diálogo cristiano no es neutral ni aséptico: está lleno del Evangelio, pero se ofrece sin violencia; está impregnado de verdad, pero nunca impone. Se trata de un diálogo en salida, como diría el papa Francisco, que se ofrece como hospital de campaña, no como tribunal de inquisición.
La conciencia, tal como la ha entendido la tradición cristiana desde san Pablo hasta Newman, debe ser reconocida como el santuario inviolable donde Dios habla en lo íntimo del alma. Una religión que la anule ha dejado de ser fe; se ha convertido en ideología. Por eso, el diálogo verdadero no puede desligarse de la defensa de la libertad religiosa integral, que incluye el derecho a disentir, a creer de otro modo o incluso a no creer, sin que ello implique persecución, exclusión o violencia.
Finalmente, este trabajo ha recuperado el legado bíblico y patrístico, el discernimiento de la teología ecuménica y la voz de las iglesias proféticas que, desde el Consejo Mundial de Iglesias hasta la teología de la liberación y la tradición reformada, han sabido unir el compromiso con la justicia y la búsqueda de comunión. No toda religión es interlocutora válida; no toda espiritualidad merece legitimación pública. Solo aquellas que respetan la conciencia, promueven la paz, practican la justicia y acogen al diferente, pueden entrar en la mesa común del diálogo interreligioso con dignidad y coherencia.
Por tanto, sí al diálogo, porque es exigencia del Reino, pero no a la ingenuidad. Sí al respeto, pero no a la renuncia a la verdad ni a la justicia. Sí a la hospitalidad espiritual, pero no al silencio ante el abuso religioso o la teología del miedo. Solo así, el diálogo será camino hacia la paz, espacio de verdad compartida y fermento de una humanidad reconciliada.
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[i] Concilio Vaticano II, Nostra Aetate, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, 28 de octubre de 1965.
[ii] Concilio Vaticano II, Dignitatis Humanae, Declaración sobre la libertad religiosa, 7 de diciembre de 1965.
[iii] Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi, 4 de febrero de 2019.
[iv] Ratzinger, Joseph, Fe, verdad y tolerancia: El cristianismo y las religiones del mundo, traducción de José Luis del Barco, Ediciones Sígueme, Madrid 2005, pp. 147–153. En esta obra, Ratzinger aborda con profundidad la relación entre verdad, fe cristiana y diálogo interreligioso, subrayando que la apertura al otro no puede desvincularse de la fidelidad a la verdad revelada en Cristo, y que el ecumenismo auténtico exige una búsqueda común de la verdad, sin caer en el relativismo ni en el exclusivismo cerrado.
[v] Francisco, Fratelli tutti: Carta encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2020, n.107. El papa afirma: «Cuando este principio elemental [la dignidad humana] no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad». La afirmación vincula directamente la fraternidad con la justicia, como condiciones inseparables para una convivencia humana auténtica.
[vi] Asia Bibi: Cf. Supreme Court of Pakistan, Asia Noreen v. The State, 2018; y diversos reportes de Amnesty International. Shagufta Kiran: cf. Vatican News, 24 septiembre 2024.
[vii] Cf. Amnesty International, Human Rights Watch, y reportes de Puertas Abiertas sobre Nigeria (2022–2023).
[viii] Benedicto XVI, Caritas in Veritate, n. 3, 29 de junio de 2009.