(Propuesta a la mesa redonda sobre Ética y Religión en el X Congreso Nacional de Bioética, ABFYC, 7-X-11).
¿Se opone la autonomía ética a la presunta heteronomía religiosa? ¿Han de ser necesariamente heterónomas las posturas morales de inspiración religiosa? ¿Han de ser necesariamente a-religiosas, anti-religiosas o supuestamente neutrales las posturas defensoras de la autonomía ética?
¿Pueden las tradiciones religiosas contribuir a las deliberaciones y decisiones éticas autónomas? ¿Pueden estar representadas las perspectivas religiosas en los debates de bioética en contextos de pluralidad y secularidad propios de una democracia deliberativa y participativa? La pregunta es retórica y la respuesta afirmativa es mi propuesta: Pueden y deben, pero con estrictas condiciones.
Las tradiciones religiosas pueden tomar parte en los diálogos interdisciplinares de bioética, sumando sus perspectivas al coro de participantes en la búsqueda en común de valores morales y criterios de juicio y decisión.
Las tradiciones religiosas -ya sea a través de sus miembros a título individual, ya sea a través de quienes las representan como grupo social de opinión, ya sea a través de la reflexión o de la acción social inspiradas por ellas- pueden, e incluso deben, tener acceso a la búsqueda en común de consenso en debates cívicos de bioética. Estos debates cívicos deberían, idealmente, preceder a los debates parlamentarios, que inevitablemente estarán más condicionados ideológica o electoralmente.
Dicha participación de las perspectivas religiosas en debates bioéticos se insertaría en la búsqueda social del bien común y la justicia. Esta contribución de las perspectivas religiosas a la democracia deliberativa y participativa puede servir también de acompañamiento y apoyo en los procesos de deliberación que preparan, en contextos de pluralidad de pareceres, la toma de decisiones prudentes y responsables ante situaciones de conflicto ético.
Pero dicha participación religiosa en el debate ético debería llevarse a cabo cumpliendo la condición de articular bien la compatibilidad entre el respeto a la autonomía ética y la aportación al diálogo por parte de las perspectivas religiosas.
Estoy usando intencionadamente la expresión “perspectivas religiosas”. No he dicho posturas oficiales de instituciones religiosas, ni declaraciones de instancias eclesiásticas dirigentes, ni tomas de posición desde ortodoxias religiosas. He dicho intencionadamente “perspectivas religiosas”. Ésta era la expresión utilizada por Javier Gafo cuando presentaba la doble caracaterística –secular y religiosa- de la cátedra de bioética fundada por él en el marco de una facultad pontificia de teología: una institución que, por ser universidad, le exigía el lenguaje secular compartible con diversas cosmovisiones, sin que el ser pontificia le obligara a tratar las cuestiones bioéticas clonando encíclicas papales.
La bioética teológica de Javier Gafo no se oponía beligerantemente a otras bioéticas supuestamente laicas, sino conjugaba el lenguaje secular, propio del diálogo interdisciplinar, con la referencia (orientativa, no normativa; propositiva, no impositiva) de las perspectivas religiosas; pero lo hacía sin sentirse obligado a repetir como un papagayo, sin pensar ni criticar, las conclusiones de la Academia Vaticana de la Vida.
Como un ejemplo cercano de buena articulación de la autonomía científico-ética y jurídico-ética con la aportación de perspectivas religiosas, se pueden aducir dos informes cuidadosamente elaborados por el Instituto Borja de Bioética, de la Universitat Ramon Llull: Hacia una posible despenalización de la eutanasia (2005) y Consideraciones sobre el embrión humano (2009). En ambos documentos se ponía en práctica el ejercicio del diálogo bioético, buscando la interacción e integración de diversos puntos de vista, y se asumía que, en una sociedad plural sin código ético único, se pueden dar respuestas distintas, e incluso opuestas, a cuestiones delicadas en torno al principio y fin de la vida humana; merece la pena el esfuerzo por reflexionar en común para buscar respuestas razonablemente aceptables por la mayoría de la sociedad.
Esta articulación de autonomía ética y perspectivas religiosas no heterónomas (“autonomía religada” la llamaríamos con terminología de Xavier Zubiri), la manejaban bien quienes jugaron un papel pionero en los diálogos bioéticos de hace medio siglo como, por ejemplo, la teóloga unitariana Karen Lebacqz o el teólogo católico Richard McCormick. Otras posturas religiosas de carácter más bien heterónomo insistieron en hacerse oir en las décadas siguientes y suscitaron rechazo y prejuicios en contra de la presencia teólogica en los debates bioéticos. Hoy se busca una integración más equilibrada que ni privilegie ni excluya la participación de la religiosidad en los debates de la secularidad.
Las religiones se pueden sumar al movimiento bioético de diálogo interdisciplinar colaborando en la búsqueda de valores sin imposición de normas y proponiendo criterios sin imponer recetas.
Por su parte el movimiento bioético puede ayudar a las religiones que hoy dialogan entre sí y revisan críticamente su tradición. El desafío de la bioética puede, por su parte, estimular a las religiones a reconstruir sus paradigmas de pensamiento asumiendo los cuestionamientos planteados por la tecnociencia.
Una “religiosidad abierta” puede cooperar dialogalmente a la construcción de valores mediante el debate ético en la sociedad plural y democrática.
Mencionesmos, simplemente a modo de ejemplo, cuatro muestras de contribución positiva desde las perspectivas religiosas a los debates bioéticos.
Un primer ejemplo: controversias sobrer orientación sexual. Desde una perspectiva religiosa de respeto incondicional a la dignidad de la persona y a su derecho a madurar en la interrelación humana y en la realización interpersonal de su sexualidad se puede contribuir positivamente a los debates sobre el estatuto jurídico y ético de diversas formas de relación, sin prejuzgarlas por la orientación heterosexual u homosexual que en su caso las caracterice. Desde una perspectiva religiosa sería coherente apoyar el rechazo a cualquier dsicriminación de las personas por razón de su orientación sexual.
Segundo ejemplo: dignidad en el proceso de morir. Desde una perspectiva religiosa que acentúe el derecho inalienable a ser protagonista en la toma de decisiones -responsables en conciencia- sobre el modo de afrontar dignamente el final de la vida, se apoyará la exigencia de tener en cuenta en la práctica terapéutica los valores de la persona paciente y la necesidad de que la referencia al influjo de sus preferencias religosas o no religiosas se incorpore a su historial y se tenga en cuenta en la evaluación y tratamiento de su situación clínica. Desde una perspectiva religiosa de apoyo incondicional a la dignidad de toda vida hasta su final, se debería contribuir positivamente a los debates sobre el respeto a la dignidad y voluntad de las personas en el proceso de morir y a su derecho a una vida digna hasta morir sin menoscabo de esa dignidad.
Tercer ejemplo: la tarea humana de creatividad en la tecnociencia no suplanta a la actividad creadora de la vida, sino la prolonga como misión confiada a la humanidad. Desde una perspectiva religiosa que conciba al ser humano como co-creador, y cooperador a la obra evolutiva de la creación, se reconocerá al ser humano dotado con el encargo de cuidar, proteger, curar y mejorar a las criaturas; por tanto, serán consecuentes, con esta visión, por ejemplo, la aplicación responsable de las investigaciones sobre alimentos transgénicos, la terapia génica o la experimentación con embriones pre-implantatorios para obtención de células troncales en busca de posibles beneficios para la medicina regenerativa.
Cuarto ejemplo: investigaciones sobre el SIDA. Desde una perspectiva religiosa en favor de toda vida y persona, será lógico apoyar decididamente las iniciativas de protección a personas afectadas por el virus de inmunodeficiencia, así como fomentar los programas de prevención, tanto terapéuticos como educativos y prácticos, incluyendo todos los recursos profilácticos.
Quinto ejemplo: globalización de la justicia. Desde una tradición religiosa que da prioridad, como es el caso en la tradición bíblica juedeo-cristiana, a la opción por la justicia social y la liberación de toda persona injusticiada, se debería contribuir positivamente al debate sobre la reforma de los sistemas sanitarios, conjugando la dignidad individual con el bien común, oponiéndose a la dictadura de los mercados y a la absolutización del principio de autonomía en perjuicio del de justicia o a la explotación de la tecnociencia parea beneficio exclusivo de minorías controladoras del poder social político-financiero.
¿Son excesivamente optimistas estos ejemplos? La pelota está en el tejado del público participante.
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