Posted On 02/12/2022 By In portada, Teología With 1367 Views

¿Es ciencia la teología? Su ponderación en los tiempos modernos | J. L. Avendaño

 

I. Planteamiento del problema

Desde el momento mismo en que comenzó a imponerse el concepto de verdad propio del método inductivo de las ciencias naturales, se le negó a la teología el carácter de ciencia, ya que esta tiene en la Palabra y en la tradición eclesiástica una autoridad previamente dada. Y, según el método inductivo, la verdad sólo puede ser el resultado de una investigación científica y no como algo previamente dado. Sin embargo, se debe reconocer que las ciencias naturales también parten de ciertos criterios de verificación que se consideran válidos «a priori.»

De este modo, el teólogo dominico francés, M. D. Chenu, dedicaba a mediados del siglo XX toda una larga disertación acerca de la problemática de la teología como ciencia. Y, de serlo así, qué tipo de ciencia ésta sería. En tal investigación nuestro autor concluía que aun cuando en la teología reside un cierto conocimiento de mundo y ser humano, en última instancia su conocimiento reside en un orden completamente especial, ya que su objeto desborda infinitamente el campo de la razón. El esfuerzo por llegar al conocimiento de Dios, para Chenu, ya sea por la razón o por medio de lo creado («analogia entis»), sigue siendo un esfuerzo e iniciativa humanas. En última instancia, una velada teodicea.

Ahora bien, ¿qué significa todo esto para la teología y su pretensión científica? Significa que a diferencia de todas las ciencias restantes, la teología no puede presentar su objeto ni como una intuición transmitida a través de los sentidos ni como un concepto de la razón, deducido de un proceso racional. Dios trasciende absolutamente al mundo y al conocimiento humano, pero esta trascendencia no significa que la razón, finita, y vinculada tanto a los sentidos como son los procesos deductivos, no pueda hacer de Dios un objeto adecuado de su capacidad comprensiva.

Remitirse al solo autotestimonio de un Dios “desde arriba”, tal como planteaba Karl Barth y luego Eberhard Jüngel, no resuelve el problema, porque Dios sólo se comunica a los hombres a través de las posibilidades del conocimiento humano, primero como contenido y principio del acto de fe y de la comprensión teológica. Sin duda la pregunta más importante, sea cómo el ser humano, en cuanto espíritu finito, puede traducir al lenguaje su referencia al misterio de Dios, sin apoderarse de Dios ni en sus palabras ni en sus pensamientos, es decir, sin objetivarlo. Dado que el ser humano sólo puede articular el sentido de la Palabra de Dios, en el marco de sus posibilidades sensitivas y el proceso mismo de su razón, debe asumirse entonces que el conocimiento racional de Dios no queda excluido, pero sólo puede actuar a modo de analogía.

II. La teología como ciencia analógica. El rechazo protestante

La afirmación de que la teología parte de un «a priori» religioso del ser humano para luego llegar a la revelación, siempre ha sido rechazada terminantemente por la teología protestante, con la única excepción del período propio del Romanticismo, especialmente con Schleiermacher, y gran parte de la teología liberal, A. Ritschl, W. Hermann, A. von Harnack, etc. Como es sabido, Karl Barth calificaba la nueva doctrina de la analogía propuesta por Erich Przywara como “invención del anticristo”, y como el esquema básico de la doctrina católica. Desde luego, subyace aquí la clásica comprensión protestante de que la naturaleza y aún más la razón humana habrían quedado completamente inhabilitadas luego del pecado original, al menos como instrumentos para acceder al conocimiento de Dios.
Todo intento por fundamentar la teología en cuanto ciencia, a través de una «analogia entis», caía bajo la sospecha de ser un ataque deliberado del ser humano contra la libertad autónoma de Dios y su revelación. Es por esto, que Barth proponía no se hablase jamás en teología de una «analogia entis», proponiendo en su lugar el concepto de una «analogía fidei» basada únicamente en la revelación.

III. Nuevas consideraciones

Gran parte de la teología protestante actual ha comenzado un nueva valoración entre el vínculo revelación y antropología. En parte, aquella valoración ya se había comenzado a gestar en la figura de Emil Brunner, recibiendo todo el reproche en su momento de K. Barth. Sin embargo, ha sido sobre todo Paul Tillich, dentro de los teólogos protestantes del último siglo el que más ha repensado aquella vinculación, y en consecuencia el carácter científico de la teología en tanto analogía. Así, por ejemplo, habla expresamente en su Teología Sistemática de la necesaria correlación entre la antropología y la teología.

Así, pues, la pregunta de si es posible la teología como ciencia analógica, tal como lo plantea la teología católica en general y con ella algunos teólogos protestantes, será afirmativa si se entiende tal analogía como parte de la apertura del ser humano hacia lo trascendental. Es decir, el reconocimiento de una inmediatez del ser humano en relación a Dios, más allá de toda realidad sensible y empírica. Es decir, la posibilidad de hablar de Dios no radicalmente “desde arriba”, sino también dialécticamente desde “abajo”, encontrando los signos de Dios sin exclusión de la comprensión misma de ser humano y mundo. Desde luego, el hecho de que se trate aquí de analogía y no de correspondencia directa, evitaría la sospecha de reducir la teología a pura antropología.

IV. Un intento de solución

Bajo esta comprensión entonces, de una teología que se comprende dialécticamente “desde arriba” y “desde abajo”, es decir, que no sucumbe ni al riesgo del fideísmo (Barth), ni al de la teología natural (catolicismo), es posible defender entonces el carácter científico de la teología. En tal sentido, este reflexionar sobre Dios no solamente desde su revelación, sino también desde aquella apertura del ser humano hacia la realidad de Dios, dada a su vez en su propia comprensión de mundo y ser humano, se requiere que la teología haga uso de instrumentos científicos para dicha explicitación.

Es cierto que la teología no podría ser definida en el tipo de ciencia empírico-analítica, pero sí, como lo afirma W. Pannenberg dentro de las ciencias histórico-hermenéuticas, debido al carácter histórico de la revelación y la tradición cristiana y su esfuerzo de comprensión de ser humano y mundo a partir de aquella histórica revelación.

La revelación de Dios, entendida, nos parece, correctamente, no es el simple descubrimiento de la esencia de Dios, directamente a la mente humana. Ella sale al encuentro del ser humano bajo las categorías de comprensión también humanas, y bajo las condiciones históricas, políticas, sociales y culturales en que esa comprensión toma forma. Es por eso que las ciencias humanas, sociales y naturales guardan especial interés para la teología, en la medida en que formulan verdades fundamentales acerca del ser humano y del mundo. Nadie podría negar que los avances de estas ciencias y la utilización de sus resultados para el quehacer de la teología han sido de enorme desarrollo para ésta, como, por otra parte, cada vez que la teología rehúsa dialogar con estos avances, sufre un enorme retroceso y credibilidad ante el mundo.

V. Conclusión

Wolfhart Pannenberg manifestaba su abierta preocupación de que la teología tuviera que desparecer de las universidades, por el hecho de que a los ojos de mucha gente apareciera como un pensamiento acientífico y nada más que metafísico. Esto, a su juicio, significaría un grave retroceso para la conciencia cristiana de la verdad, aun cuando siguiera impartiéndose en seminarios o institutos confesionales. Pero esto también significaría una gran pérdida para las ciencias en general, porque sin la confrontación crítica de la teología y de la filosofía ya no sería perceptible en estas la unidad del saber, que es la que preserva a las ciencias de reducirse totalmente a materias especializadas y de petrificarse en su especialización.

De hecho, y como el propio Pannenberg vuelve luego a señalar, la acusación que constantemente se le hace a la teología de que no es un conocimiento sin prejuicios, sino una ideología al servicio de las iglesias, se vería grandemente corregida en la medida en que la teología pueda fomentar su diálogo con las ciencias y preservar su espacio en la universidad. Sólo mediante este diálogo con las diversas ciencias humanas y científicas, sin perder por supuesto, su especificidad, y su esfuerzo por mantenerse en la marco de la universidad, podemos hablar de un cierto carácter científico de la teología, y de su aporte tanto a la misma universidad, la iglesia y la sociedad.

José Luis Avendaño

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