Posted On 21/06/2024 By In portada, Teología With 711 Views

La vida es sueño. La cura de almas con sueños e imágenes oníricas | Ekkehard Heise

 

“La vida es sueño“ es un drama en tres actos de Pedro Calderón de la Barca estrenada en 1635. ¿Qué es la verdad y qué es el sueño y cómo se relacionan? En el teatro se mezclan elementos trágicos y cómicos. Sin embargo, el final es feliz y trae la solución a todos los problemas a la corte de Polonia. Como siempre la vida real y verdadera es un poco más complicada. Pero la confusión está en el mundo y no nos deja en paz. Incluso tiene raíces que se remontan aún más atrás y a otros regiones. Jorge Luis Borges nos recuerda un pasaje que ya tiene 2000 años del filósofo chino Chuang Tzu, quien soñó que era una mariposa y luego, cuando despertó, tenía dudas sobre si realmente era así o, si ya no era una mariposa,  – en la vida real para decirlo de esta manera – , sino una mariposa quien sueña ser el maestro Chuang Tzu[1]. René Descartes escapó de incertidumbres similares que le trajo la pregunta de fondo por la existencia real, y se apoyó en la base aparentemente sólida de su “Je pense donc je suis“.

Pero soñar no siempre genera incertidumbre y confusión. A Agamenón, el sitiador griego de Troya, se le dice en un sueño que los dioses han dejado de apoyar a Troya y que la ciudad está lista para la conquista. Más claro no puede ser el asunto. Desafortunadamente, los dioses griegos no eran tan confiables y las cosas resultaron más complicadas. Pero los sueños eran motivadores importantes en la antigua Grecia. Un factor decisivo para su utilidad fueron los intérpretes de sueños fiables.

Con uno de ellos se encuentran el copero y el panadero del rey de Egipto en el Antiguo Testamento: José, que desde su juventud vivía con sueños todavía no cumplidos. Su hipótesis de trabajo que formula en forma de pregunta es: “¿No son de Dios las interpretaciones?“[2]. Esta frase definitivamente tiene un trasfondo polémico. Tenemos que imaginar la escena en la cárcel. Los dos funcionarios reales – como toda persona antigua – saben de la importancia de los sueños. Su interpretación era toda una ciencia (de todos los magos y todos los sabios de Egipto; Gén 39:8). Pero bajo custodia a los ilustres prisioneros se les impide todo acceso a la industria de la interpretación de los sueños. Los dos se sientan ahí, conmocionados y tristes, como nosotros, si estuviéramos descubriendo que no teníamos conexión a Internet. Y ahora llega este esclavo hebreo, José, y dice que interpretar los sueños no requiere ninguna técnica que se pueda aprender. No existe ningún catálogo en el que se pueda consultar el significado de los mensajes oníricos. La interpretación de los sueños no es un arte humano, sino un don que Dios puede dar.

José disfruta de esta habilidad regalada no sólo al interpretar los sueños de los dos funcionarios presos con perspectivas de futuro muy diferentes, sino también más tarde cuando el faraón le toma su confianza. Y nuevamente José se niega a presentarse como intérprete de sueños por méritos propios. Responde a faraón: “No está en mí; Dios será que dé respuesta propicia al faraón“[3]. El faraón ignora generosamente esta sutil diferenciación cuando permite a José a tener una brillante carrera en su corte. “Después de haberte dado a conocer Dios todo esto, no hay entendido ni sabio como tú.“[4] La pregunta de qué don recibió José de Dios para conocer en sabiduría y entendimiento lo de los sueños, es la pregunta que motiva este artículo. Volveremos sobre ella pronto. Pero ya se perfilan unos aspectos bíblicos importantes: Los sueños son asuntos individuales y se expresan a menudo en un lenguaje metafórico-simbólico, en cuya interpretación tienen una importancia crucial el trasfondo de la vida personal y el mundo de la experiencia del soñador. Por ejemplo, las metáforas en los sueños del copero (una vid, las uvas, la copa del faraón) y del panadero (canastillo con manjares de pastelería, aves depredadoras). Los sueños trascienden las ideas cotidianas y van más allá de las consideraciones racionales. Ocasionalmente el creyente encuentra en ellos comentarios e indicaciones de Dios.

Sabemos de más importantes sueños en el Antiguo Testamento[5]. A veces en ellos la persona habla directamente con Dios, a veces es Dios quien da una ayuda decisiva en la interpretación. Así es como Daniel puede interpretar el primer sueño de Nabucodonosor.[6]  También leemos de encuentros oníricos en el Nuevo Testamento. Los sabios del Oriente fueron avisados por revelación en sueños que no volvieran a Herodes para informarlo del paradero del niño Jesús. No sabemos nada sobre el contenido manifiesto del sueño. Pero el mensaje quedó claro. Un ángel se le aparece varias veces al vacilante José, futuro marido de María, para animarlo en su papel de colaborador en la obra divina. Pablo y sus compañeros de los Hechos de los Apóstoles entienden el sueño del apóstol, en que un varón macedonio los llama a cruzar a Europa, sin dudarlo mucho: “Dios nos llama para que les anunciáramos el evangelio“[7]. Así de claro era el asunto. En la Biblia el soñador reconoce la voz de Dios y entiende su mensaje sin equivocarse. De lo contrario, busca la ayuda de alguien que sepa escucharlo y ponerlo empáticamente en contacto con la dirección divina. En la teología práctica, concretamente en poiménica, llamamos a esta forma de acompañamiento “cura de almas“.[8] Y entendemos el alma en un sentido holístico. No es una parte, ni siquiera la más importante, de la persona. El ser humano no tiene alma, sino que es alma y por consecuencia los mensajes oníricos afectan a toda la persona como cuerpo y como alma. Pasó mucho tiempo antes de que esta idea pudiera volver a aplicarse de una manera nueva en poiménica. Por otra parte, en los tiempos bíblicos hasta la Edad Media, siempre estuvo claro que los sueños eran mensajes de Dios, que abarcaban tanto la noche como el día. El sueño y la vida no competían entre sí.

El hombre moderno, cuanto más ilustrado se volvió, desde Descartes hasta Kant y las ciencias naturales, ya no sabía qué hacer con los mensajes oníricos. El sueño fue devaluado y relegado al lado oscuro e inferior de la vida. Por supuesto, todavía existían corrientes subversivas que apreciaban los conocimientos especiales de los estados oníricos y los transmitían en cuentos de hadas y poemas, en los escenarios del teatro o en la ópera. En la filosofía de los “Magníficos Rebeldes“[9] no solamente se inventó el “yo“, sino que los primeros románticos llegaron incluso a considerar los sueños como un medio de conocimiento muy superior al de la mente despierta. Un recurso que no sigue al orden lógico y los conceptos formados por la tradición y el prejuicio, sino que incluye los sentimientos y los valora, entrando de esta forma en los regiones de la religión. Así se nos lleva al pionero de la teología práctica moderna y uno de los padres de la iglesia protestante Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher que asignó a la religión una región especial del sentimiento. Pero tuvieron que pasar dos siglos más antes de que el teólogo práctico bernés Christoph Morgenthaler publicara un libro sobre el “el sueño religioso”[10]. Hasta entonces, el sueño se redujo a solo eso, ser objeto de las artes[11] y encontró un desinterés generalizado en las principales ciencias naturales ocupadas por una corriente racionalista y crítica de toda forma de religión y sin la hipótesis de “Dios”.

¿Toda? ¡No! En la Viena de finales del siglo XIX, famosa por su Danubio azul, su espíritu, su sensualidad, sus valses y sus cafés, pero también por sus lados oscuros, sombríos, surgió una resistencia. El enfoque del psicoanálisis, fundado por Sigmund Freud, parte de que los sueños emergen del inconsciente y surgen de impulsos primitivos e infantiles que son reprimidos por los mecanismos de defensa de la psique y sólo se permiten de forma distorsionada. Estos conflictos infantiles reprimidos pueden volver a hacerse visibles y procesarse mediante asociaciones libres. Para el médico vienés el análisis de los sueños es la vía regia hacia el inconsciente. Freud consideraba el sueño mismo como un síntoma (de una neurosis) y por ende aplicó también a los sueños su método analítico, que antes había aplicado a los síntomas neuróticos. Los sueños son intentos de realización de deseos. Son un reemplazo de cosas no redimidas de la infancia y, sobre todo, una expresión de una sexualidad reprimida.

Carl Gustav Jung en su psicología analítica no cree que los sueños oscurezcan u oculten nada, sino que, por el contrario, los veía como una fuente de revelación de conocimientos antiguos provenientes del inconsciente (colectivo). Los sueños no están dirigidos a la infancia, sino que dicen algo sobre el potencial de desarrollo de la persona en cuestión y tienen un significado práctico.

El riesgo de interpretación, en ambos conceptos sin embargo reside en el hecho de que ciertas precomprensiones llevan al cliente en una dirección que no corresponde a su experiencia real, propia. Si además existe una dependencia emocional del terapeuta, éste difícilmente podrá corregir la situación. C. G. Jung ya advirtió contra tal dependencia. Rechaza una sola interpretación, válida de todos los sueños en general. Más bien quiere dar al individuo el espacio necesario para sus propios explicaciones y sentimientos.

No se puede exagerar estas últimas preocupaciones frente a la tendencia de las diversas escuelas de psicología actuales (para no hablar de innumerables aventuras esotéricas) de poner bajo tutela a los clientes en la interpretación de sus sueños. Esto incluye también una cura de almas, que desde mediados del siglo pasado hizo un uso cada vez más intensivo de métodos psicológicos. En última estancia no es así que el uso de un instrumental particular esté completamente libre de valores, como solían afirmar poiménicos de la cura de almas terapéutica.

Esta cura de almas moderna, y su orientación hacia la psicología, han llevado a muchos pastores a convertirse en intérpretes psicoanalíticos de los sueños que sus feligreses les habían confiado según las escuelas psicoterapéuticas que seguían. La advertencia de C.G. Jung destaca un aspecto importante, y es que los sueños, al menos en un encuentro de cura de almas, no deben ser interpretados por catálogo, ni como síntomas de una enfermedad, sino que los sueños son algo personal y eso nos retrotrae a la Biblia y su forma de tratar los sueños. Para el teólogo y su práctica, la cura de almas, las interpretaciones de los sueños pueden incluir a Dios, tal como lo decía José a los funcionarios reales frente a sus mensajes oníricos tan diferentes. Se puede discutir si José es un poco directo y, hasta donde lo sabemos, menos sensible a la hora de afrontar los sueños de ambos, pero lo crucial en la interpretación de los sueños es el contexto personal y la referencia a Dios como garante de la libertad frente a las reglas humanas. En la cura de almas podemos entender el sueño y su interpretación como parte de una conversación íntima entre Dios y el hombre. Lo que se aplica a la cura de almas en general vale de manera especial en este tema en particular. El cura de almas es acompañante respetuoso de la persona que le toma su confianza contándolo sus sueños. Los dos se ponen en un camino (de la búsqueda interpretativa) único y personal, cuyo modelo podría ser el camino a Emaús con su epifanía[12].

El trabajo con sueños, que se comparte en la cura de almas, es un punto donde la independencia de la cura de alma respecto a cualquier forma de terapia queda clara y debe tenerse en cuenta. La cura de almas busca un momento de comunicación libre (sin dominación) entre Dios y el hombre. Intenta de aceptar el ofrecimiento de Dios que dirige la palabra al ser humano, haciéndole de esta manera un “alma“. Un encuentro libre de cualquier esquema interpretativa, en el que solamente el soñador entiende los mensajes oníricos, tal vez apoyado empáticamente por su acompañante que proporciona orientación cuando le es posible.

Los poiménicos contemporáneos que han abordado la cuestión de la interpretación de los sueños en el cura de almas[13] enfatizan la importancia del análisis de los sueños por Medard Boss para su trabajo teológico. El médico y psicoterapeuta suizo observó que en su práctica se acumularon sueños de pacientes “cuyo contenido no podría revelarse utilizando la clave de la teoría freudiana de los sueños sin el uso de una violencia insoportable“.[14] Tampoco la explicación de los sueños de C.G. Jung no pudo convencer a M. Boss. Constató que tanto Freud como Jung siempre presionaron para que se explicara según un marco teórico establecido lo que se les había confiado los clientes en sus relatos. No podían aceptar el sueño como un fenómeno independiente y dejarlo valerse por sí solo. El pensamiento analítico existencial de Martin Heidegger lleva a Medard Boss a desarrollar una percepción de los sueños que se abstiene de cualquier metateoría o marco exploratorio psicológico. El ser humano en su estar-en-el-mundo, bajo la condición de ser arrojado, suena y los contenidos manifiestos de sus sueños deben verse como una expresión de la condición existencial del individuo. No sería la primera vez que la filosofía existencial dé a la teología cristiana apoyo a mantener la dignidad del ser humano como interlocutor personal con Dios.

Copero y panadero, el faraón y Nabucodonosor, los reyes magos y Pablo entienden las imágenes de sus sueños de manera personal con consecuencias existenciales sin hoja de ruta interpretativa hacia el reino onírico. Daniel habla de una revelación que le facilita la interpretación del sueño de Nabucodonosor, una intuición de parte del que “revela lo profundo y lo escondido, conoce lo que está en tinieblas y con él mora la luz“[15]. En esto se trata del rey únicamente, el intérprete de los sueños desaparece casi por completo. “Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que en los demás vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación y para que entiendas los pensamientos de tu corazón“[16]. ¿Puede describirse con mayor precisión un encuentro personal, íntimo y existencialmente significativo? Los soñadores de la Biblia obtienen acceso a las imágenes oníricas sin superestructura teórica ni catálogos de interpretación. Ni se imagina lo que habría oído Faraón sobre las vacas gordas y flacas si hubiera acabado en el diván de Sigmund Freud. ¿Y qué dice una sola caña con siete espigas a los freudianos?[17]  Los sueños se inscriben y se los entienden en el contexto de la relación personal e intima del soñador con Dios. Y esta comprensión puede darse cuando dos personas se sienten juntas y piensan en sí mismas como almas, es decir, en su búsqueda, dependencia de, y su ser llamadas por Dios. Con otras palabras la interpretación de los sueños en la cura de almas acontece en el horizonte de la religión.[18]

¿Existen los sueños expresamente religiosos? En la línea de lo anteriormente dicho se contestaría que no. El hombre religioso (más o menos creyente) percibe sueños como mensajes personales cuyo remitente asume que es Dios, según la forma e intensidad de su fe. O al menos, si el origen y la causa de los sueños se prefieren localizar, entre una comida pesada de la noche anterior y las experiencias no procesadas del día pasado, igual la persona religiosa iría incluyendo a su Dios en la interpretación de los mensajes oníricos. Esto no es diferente a cualquier búsqueda de sentido que emprende una persona en su vida. De este modo, todos “’los sueños de la noche’ pueden dar su contribución indispensable al los ’ensueños despiertos’ de la fe durante el día“.[19] Christoph Morgenthaler que expresa esta esperanza, ve el significado especial del sueño religioso en el hecho de que el soñador recibe de manera especial respuestas a las preguntas sobre el significado de su existencia y esto en el marco simbólico de su vida religiosa personal. Entonces, el sueño religioso se diferencia de cualquier otro género onírico solamente por ser su contenido manifiesto ya explícitamente religioso. De manera especial contribuye a la interpretación religiosa y al significado de la vida del soñador.

De ahí se ve por qué los sueños (todos y en especial los religiosos) son de particular interés en la cura de almas. En ella acompañamos a una persona en la tarea hermenéutica que le marca su vida. Morgenthaler recuerda al patriarca de la psicología pastoral norteamericana, Anton Boisen, que veía a las personas como documentos humanos vivos de la fe (living human documents). Desde este enfoque, la cura de almas se ha desarrollado como una empresa para leer la propia relación de fe con Dios. Con los sueños (religiosos) estamos estudiando un capítulo particularmente revelador e interesante. Leemos nuestra fe como una historia de vivencias, interpretaciones y nuevas experiencias y autointerpretaciones en el lenguaje personal con el marco simbólico que forma el trasfondo de nuestra vida. Christoph Morgenthaler concluye: “La experiencia y la interpretación de un sueño resultan ser un caso ejemplar de esta actividad hermenéutica del yo“[20].

La inclusión de los sueños en la cura de almas no está exenta de riesgos. Prestamos atención a un lenguaje y vemos imágenes que no tienen por qué ser piadosas. También entramos en rincones oscuros de nuestra existencia y lo doloroso, lo testarudo y lo desesperado tienen voz. Poco a poco nos acercamos a la fe de una persona desde el borde. Pero dónde, si no con lo marginal, con lo que sólo se habla en voz baja, con lo reprimido y fragmentario, estaría el lugar del teológico práctico. «La teología sólo puede volverse central desde los márgenes“[21].

Este artículo concluirá con unas orientaciones concretas para la práctica pastoral. Todo cura de almas que da a sus clientes suficiente espacio para la libre expresión y escucha con empatía el relato de la persona que tiene enfrente, ha escuchado algún sueño y lo ha contemplado junto a su soñador. Es interesante la observación de Medard Boss:

“Es una experiencia muy común… ver de repente una posible conexión con el cielo y los seres celestiales en los sueños de personas que anteriormente habían estado completamente concentradas en las cosas terrenales en su vida de despiertas. Esto sólo sucede cuando a estas personas simplemente se les permite expresarse y así llegar a su pleno sentido de sí mismos, sin que el analista diga una sola palabra sobre religión.“[22]

Con este concepto, centrado en el cliente, trabaja Helga Lemke que reconoce que:

“El trabajo con los sueños ha demostrado ser un factor esencial en la espiritualidad religiosa.“[23] La profesora de poiménica echa de menos en la psicología humanista un enfoque especial de un trabajo con los sueños. Todavía considera que los enfoques orientados a la experiencia, como los de la terapia Gestalt, son demasiado autoritarios y determinados por los terapeutas. La metodología y la terapia centradas en el cliente según Carl Rogers, por otro lado, han encontrado un amplio reconocimiento y aceptación en la cura de almas actual.  Aquí es donde H. Lemke desarrolla su enfoque de trabajar con los sueños, centrado en el cliente en el marco de la cura de almas. Lemke explica acerca de su obra:

“Al presentar las conversaciones sobre los sueños, espero animar a tener en cuenta los sueños como una oportunidad de consejería y cura de almas. Lo que hace que esto sea más fácil es que no es necesario ser un experto en sueños con un gran conocimiento de símbolos y metáforas, incluso si es útil lidiar con ellos. Lo que es mucho más importante es escuchar y reprimir las propias ideas para poder acompañar al cliente y apoyarle en descifrar su sueño.“[24]

El cura de almas tiene, entonces, las siguientes opciones si en una conversación su interlocutor le cuenta un sueño que le ha quedado en la memoria:

  1. Apoyar emocionalmente y promover las asociaciones personales acerca de las metáforas y símbolos.
  2. Despertar recuerdos del contenido manifiesto del sueño e invitar al soñador de ubicarlos e interpretarlos en su contexto personal y social.
  3. Nombrar sus propias asociaciones con las imágenes del sueño en forma de impulso que ofrece al cliente.

Estas asociaciones no deben tener un carácter declarativo o determinante y por tanto empujar al cliente en una dirección particular de interpretación en su esfuerzo por revelar el significado que tiene un sueño concreto para él personalmente e individual.

Un acercamiento tan consciente y sensibilizador, tan cuidadoso y empático a los sueños de nuestros clientes en la cura de almas puede conducir a un verdadero enriquecimiento y una profundización del encuentro. Una definición muy reciente de lo que es la cura de almas dice:

“Se entiende por cura de almas un acompañamiento, un encuentro, que ayuda a la interpretación de la vida, entre personas en el horizonte de la religión, con el objetivo de fortalecer o renovar su capacidad de creer, de amar y de tener esperanza.“[25]

En un tal encuentro, en el horizonte de la religión, los sueños pueden ser leídos como mensajes cuyo lenguaje corresponde enteramente al mundo de experiencia y expresión del soñador, pero cuyo contenido va más allá de su propia capacidad de pensar. En el horizonte de la religión se relaciona toda experiencia tanto despierto como dormido con Dios, el misterio del mundo. Vista así, la confusión entre sueños y realidad pierde su atractivo lúdico en la cura de almas. El sueño se convierte en una guía útil para la vida, tal como lo hace al final en el teatro de Calderón.

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[1] Jorge Luis Borges,  Nueva refutación del tiempo 1952 encontrado en:  https://www.literatura.us/borges/refutacion.html (16.06.2024)

[2] Gén 40:8  RV 1995

[3] Gén 41:16  RV 1995

[4] Gén 41:39  RV 1995

[5] Abimelec (Gén 20), Jacob (Gén 28), Salomón (1RE 3). En la Biblia, todos los sueños relatados son tradicionales desde hace mucho tiempo y, en última instancia, el canon proporciona literatura. Por eso ya no se puede saber por las historias si se basaron en sueños reales. En nuestro contexto pasamos por alto estos problemas exegéticos.

[6] Dan 2. Para el contexto de nuestro interés me limito al primer sueño del rey antes que su patología lo oscurece y además la historia de la tradición del texto se vuelve más complicada. El hecho de que Daniel primero tenga que traer a la conciencia este primer sueño reprimido e insoportable del rey (con la ayuda de Dios) le da al trabajo de cura de almas de Daniel una profundidad especial y un significado existencial que los magos, los astrólogos, encantadores y caldeos no se atreven a abordar. Daniel explora el contexto vivencial de Nabucodonosor en su entrevista con Arioc, y se puede suponer que tenía suficientes conocimientos de fondo debido a su vida en la corte del rey, y su actitud crítica hacia las costumbres y reglas reales le facilita unas perspectivas, que los sumisos y avasallados astrólogos reales no se atreven a arriesgarse.

[7] Hch 16:10  RV 1995

[8] El término proviene de la tradición eclesiástica latina: Cura animarum. La palabra cura proviene del verbo curare, que no es lo mismo que sanare, sino que significa cuidar, interesarse, acompañar, participar, poner énfasis en, etc. Se profundiza el tema de la cura de almas en: Ekkehard Heise, Manual Pastoral para el Cuidado del Alma y sanar la Persona, CLIE 2023.

[9] Así el título de la obra de Andrea Wulf, ed. John Murray London 2022 en original “Magnificent Rebels“. La autora escribe en el prólogo: “En toda Europa se censuraba a los filósofos por sus ideas, se les prohibía a los escritores escribir, los profesores perdían su trabajo por hablar y los dramaturgos iban a la cárcel a causa de sus obras.“

[10] Christoph Morgenthaler, Der religiöse Traum“, ed. Kohlhammer Stuttgart 1992.

[11] Estos son solo ejemplos: Luis Buñuel, Alfred Hitchcock, Salvador Dalí y muchos otros.

[12] Para Isidor Baumgartner la historia de Emaús es el texto clave sobre el camino que toman encuentros de la cura de almas, en Isidor Baumgartner, Psicología pastoral, ed. Desclée De Brouwer, Bilbao 1997, pág. 32.

[13] Pensamos en Christoph Morgenthaler y Helga Lemke entre otros. El Nuevo Diccionario de Pastoral editado por Casiano Floristán prescinde de la palabra clave «sueños».

[14] Medard Boss, Der Traum und seine Auslegung, Munich 1974, pág 7, la traducción es mía.

[15] Dan 2:22  RV 1995

[16] Dan 2:30  RV 1995

[17] Este artículo trata de perfilar el enfoque pastoral de los sueños. Se reconoce expresamente el trabajo preparatorio de las demás ciencias, así como los resultados de la investigación empírica de los sueños, por ejemplo en los laboratorios de sueños. El recuento transformador de los sueños, especialmente de las pesadillas en la Imagery Rehearsal Therapy, también tiene resultados interesantes. Pero todos estos aspectos no tienen cabida dentro del alcance limitado del enfoque temático de este texto breve.

[18] La última observación ayuda a resolver la cuestión de si en cada interpretación de los sueños se debe mencionar siempre explícitamente la referencia a Dios. El sentimiento de ser abordado existencialmente también puede formularse de manera más general. Paul Tillich ve la religión como un símbolo; lo incondicional puede sucederle a las personas en cualquier lugar. Los románticos, entre ellos Schleiermacher, en su época, también liberaron lo religioso (por ejemplo, la religión como sentimiento) de los conceptos tradicionales.

[19] Christoph Morgenthaler, Der religiöse Traum, Stuttgart 1992, p. 9.

[20] Christoph Morgenthaler, op. cit., p. 13. La traducción es mía.

[21] Christoph Morgenthaler, op. cit., p. 14. La traducción es mía.

[22] Medard Boss, Der Traum und seine Auslegung, Munich 1974, pág. 162. La traducción es mía.

[23] Helga Lemke, Das Traumgespräch, ed. Kohlhammer Stuttgart 2000, pág. 11. La traducción es mía.

[24] Helga Lemke,op. cio., pág. 139. La traducción es mía.

[25] [25] Michael Klessmann, Theologie und Psychologie im Dialog, Gotinga 2021, p. 212; la traducción es mía.

Ekkehard Heise

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