Texto presentado en el II Coloquio Universitario de Estudios Críticos del Fenómeno Religioso «Religiones y sociedad. Tensiones, diversidades y Movilizaciones en debate” el 1 de noviembre de 2023.
- Fe y ciencia: un nuevo panorama.
En su obra Where the Conflict really lies (Dónde realmente reside el conflicto), el apologeta o defensor de la fe, Alvin Plantinga señala que la fe cristiana no tiene por enemigo a la ciencia sino al naturalismo, es decir, a la concepción del mundo que descarta a Dios, entendiendo al universo como un proceso de leyes naturales sin la necesidad de un Creador. Esta declaración resulta completamente coherente viniendo de un cristiano, pues decir que la fe está en conflicto con la visión naturalista es un leitmotiv intelectual, político, cultural y social desde los tiempos del Iluminismo. Sin embargo, Plantinga, avanza aún más y señala que el naturalismo no solo se opone a la fe, sino que también existe un conflicto intrínseco entre el naturalismo y la ciencia. Dicho con sus palabras:
“Existe un conflicto superficial, pero una profunda concordia entre la ciencia y el teísmo, pero una concordia superficial y un conflicto profundo entre la ciencia y el naturalismo”.[1]
Las razones que analíticamente arguye Plantinga para sustentar su tesis es que la creencia en un Dios creador del universo y del ser humano son completamente compatibles con una visión científica del mundo, pues esa creencia no solo no se opone a las leyes que descubre la ciencia, sino que solo bajo el presupuesto de que este universo ha sido creado tiene razón de ser la existencia de regularidades y orden. Por otra parte, el naturalismo, según Plantinga, se destruye a sí mismo, pues intenta explicar la materia mediante un materialismo, es decir, incurre en una falacia de círculo vicioso pues señala que este universo es material, no hay un Dios aquí, ni tampoco un reino espiritual, ¿y cómo demuestra tal aserto?: Al señalar que Dios y lo espiritual no es material. Además, si el naturalismo señala que nuestras facultades mentales son un producto evolutivo y natural, ¿cuál es en realidad el criterio de confianza de que tales facultades mentales son realmente confiables? Si este universo se explicara solo por fuerzas naturales, ¿cuál es el punto de anclaje para saber que nuestra mente, formada naturalmente ella misma, es capaz de distinguir la verdad de la falsedad? El naturalismo se opone a la ciencia porque no brinda las bases para una confianza en la razón, solo el teísmo, con su creencia en un Dios creador, es capaz de brindar un soporte epistémico fiable para la razón.
Puede verse aquí un desliz discursivo que va mucho más allá del debate por la existencia de Dios. Plantinga no intenta demostrar racionalmente que Dios exista, declara que solo el teísmo es racional.[2] No solo no considera que exista un conflicto entre la fe y la ciencia, sino que de hecho asevera que solo la fe teísta puede darle soporte a la ciencia. No es un desliz menor, significa una legitimación racional y científica del teísmo, que en Plantinga se convierte en fundamento epistemológico a priori.
Otras perspectivas apologéticas son a posteiori, como el modelo Kalam o el denominado argumento “ajuste fino” defendidos por William Lane Craig, para quien el universo está ajustado finamente para la vida, cualquier variación física haría imposible la existencia, ese ajuste fino puede deberse al azar o al diseño, pero las leyes físicas son muy complejas para ser producto del azar, por lo tanto se debe a un diseño y si hay un diseño hay un Diseñador que es Dios.[3]
Si bien son modelos muy diferentes entre sí, tanto Plantinga como Craig parten de un mismo presupuesto: La fe en Dios es racional. Esta postura no es, desde luego, la única en la teología cristiana, las vetas místicas, por ejemplo, descartan que la razón pueda elevarse hasta llegar a Dios y solo la experiencia directa o emocional es capaz de penetrar en los misterios espirituales; otros pensadores, apodados generalmente como “fideístas” señalan que la fe no solo no es racional en sí misma, sino que la fe se encuentra en una esfera distinta al de la razón. Aquí encontramos la máxima de Blas Pascal, “hay razones del corazón que la razón no comprende”, o bien al “salto de fe” de Soren Kierkegaard,[4] o al hambre de inmortalidad de Miguel de Unamuno.[5]
Sin embargo, en las redes sociales, en el discurso cristiano juvenil tanto de evangélicos como de católicos, se encuentra mayormente posicionada la idea de que la fe debe, necesariamente, ser racional. Así Plantinga y Lane Craig son dos de los principales apóstoles de las gestas neoapologéticas con las que estos jóvenes cristianos en redes sociales intentan “demostrar” no solo la validez de su creencia, sino la carencia de legitimidad de cualquier otro pensamiento que no sea cristiano o, al menos, teísta. Cunde una necesidad de pasar a la fe por el crisol racional porque los asertos provocadores de Richard Dawkins, Daniel Dennett, Christopher Hitchens, y Sam Harris, los “Cuatro Jinetes” del nuevo ateísmo, de que la fe religiosa es irracional, suena abiertamente a una ofensa suprema.[6]
¿Por qué un cristiano considera el día de hoy, como una ofensa, que se le diga que su fe es irracional? Hace unos siglos, en realidad, una declaración así no hubiera representado incomodidad para un cristiano promedio quien estaba seguro de que Dios existe sin importar que no pueda demostrarlo racionalmente, antes bien, precisamente esa incapacidad de demostrar con la razón a Dios, ¡era la mejor evidencia a favor de Dios!, pues dejaba claro que Dios era algo muy superior al mundo.[7]
Pero hoy, los jóvenes cristianos en redes sociales no pueden darse el lujo de separar a Dios de la razón porque, en una “sociedad del conocimiento”, en donde la racionalidad se ha convertido en una entelequia discursiva, no hay peor cringe o vergüenza que ser visto como alguien irracional o ignorante. De este modo, las redes sociales han provocado un verdadero Avivamento de los modelos apologéticos tanto a priori como a posteriori, lo cual pudiera ser una gran oportunidad de revivir argumentaciones clásicas no solo de la teología, sino de la filosofía, sin embargo, pese a esa expectativa, la realidad es que ese furor apologético ha derivado en la generación de discursos de odio, y si los ateos dicen que los cristianos son irracionales e ignorantes, estos jóvenes cristianos, mediante memes, posteos, tiktoks y debates hacen todo lo posible para demostrar que los verdaderos ignorantes y ridículos son los ateos. Retomando parcialmente argumentos apologéticos académicos, expresan, desde sus cuentas en redes sociales, palabras, gestos y performances violentos pero todo bajo un mismo presupuesto: la existencia de Dios se puede demostrar racionalmente, por lo tanto, si tú no crees en Dios eres un imbécil.
Tanto por esta radicalización del racionalismo como del cientificismo, así como por el discurso violento, es que a este fenómeno de defensa de la fe en redes sociales le llamaré “neoapologético”.
- La razón como legitimadora de la fe
Los nichos neoapologéticos en redes sociales son un síntoma de la necesidad de legitimación social de cualquier actividad humana bajo el marco de la ciencia y la razón que es parte de lo que Armand Mattelart denomina “ideología de la modernidad gerencial”,[8] ¡hasta la fe se ha convertido en management! La supremacía de la razón sobre los sentimientos se ha vuelto norma. Como ejemplo se encuentra el frenesí que vivimos respecto de la Inteligencia Artificial (AI), pensando que su mayor virtud y garantía de eficiencia es que no es presa de las emociones y, por lo tanto, puede “pensar mejor”, es decir, fríamente, haciendo cálculos de rentabilidad máxima al eliminar los sesgos emocionales, incluso morales.
Este marco cientificista se ha convertido también en argumento de venta en el mercado. La “compra inteligente” es consigna de consumo como si el consumidor siempre buscara elegir la opción más racional.[9] La ciencia también se ha mercantilizado, si un producto no tiene un “estudio científico”, no es válido. Incluso los productos milagro operan así cuando son promocionados en los programas de revista poniendo en pantalla a una persona con bata, hablando verborrea técnica con la finalidad de convencer a la audiencia de que ese producto “tiene estudios de respaldo”.
Este rizoma dual racionalismo/cientificismo por un lado y repudio a las emociones por el otro, es el que opera en la neoapologética de redes sociales entre jóvenes católicos y evangélicos. Puede entenderse la importancia de este rizoma dual entre jóvenes, pues están en un momento de vida de cambios importantes a nivel psicológico, social, físico y político, por lo que un discurso simple y fundamentado resulta no solo de atractivo conceptual, sino existencial.[10]
- Odiar es cognitivamente simple.
Sin embargo, la neoapologética no es un tema especulativo. No es la discusión filosófica o abstracta de la existencia de Dios, sino que transporta un programa político conservador. Las páginas y cuentas de defensa de la fe en redes sociales, al tiempo que discuten argumentativamente sobre la demostración de sus creencias, exhiben un rechazo manifiesto hacia el feminismo, hacia cualquier postura de izquierda, rechazan lo que denominan “progresismo”, y exhiben un discurso que se encuentra abiertamente a favor de la superioridad del hombre sobre la mujer, de la “familia tradicional” como el mejor modelo de hogar, a la homosexualidad no solo la consideran pecado, sino como un acto irracional y perverso. En realidad esta trama discursiva ha sido recurrente desde que Rita Laura Segato realizó una pionera investigación digital en foros cristianos a finales de los años noventa.[11] Misoginia, homofobia y machismo están orgánicamente vinculados a la neoapologética de redes sociales, ¿por qué?
El discurso neoapologético se torna beligerante; no solo proselitista, sino confrontativo, porque, en el fondo, aquello por lo que luchan no es por la validación lógica de un concepto, sino por el establecimiento de la realidad. Para los neoapologetas en redes sociales su lucha no es contra carne ni sangre, sino que están emprendiendo una cruzada que determinará la cosmovisión correcta. Tal grandilocuencia en su misión se evidencia por el uso recurrente que hacen en sus páginas de símbolos que evocan a la época de los cruzados, incluso tomando como lema el “Deus Volt!” con el que convocan a una lucha por la recuperación de la Jerusalén epistémica, es decir, la realidad o el mundo que reconoce la existencia de Dios y al cristianismo como la más racional de las religiones y de las filosofías.
Estamos ante lo que Mary Douglas denominaba “significados implícitos” y lo que Clifford Geertz señalaba como “modelos-para” la realidad, es decir, concepciones preteóricas con las cuales se configura un entendimiento del mundo y de la realidad. Según Mary Douglas, los significados implícitos generan códigos de clasificación del mundo incuestionables o autoevidentes, y permiten diferenciar entre lo puro y lo contaminante.[12] Como he señalado en otros trabajos, el discurso evangélico conservador, pero también aplica al católico, se basa en una matriz axial de significaciones analógicas,[13] es decir, de concepciones de un “orden general de existencia” como señalaba Clifford Geertz que le dan sentido a su mundo.[14] Esta matriz axial de significaciones tiene la característica de la hipersimplificación, es decir, logra explicar en pocos pasos la realidad. Para el caso de los jóvenes cristianos conservadores, esta matriz se expresa del siguiente modo:
Quien esté a favor de Dios es porque está a favor de la familia tradicional, la heterosexualidad y la superioridad masculina, quien rechaza a Dios es porque debe ser un ateo, progresista, queer, zurdo.
De este modo, el ateísmo, la diversidad sexual, los derechos de las personas transgénero y la equidad de género no solo se convierten en pecado o blasfemias religiosas, sino que son un atentado directo contra la realidad y la naturaleza. Para los neoapologetas en redes sociales la Creación de Dios es igual a lo que entienden por modelo científico del universo, por lo tanto, cualquier divergencia en el orden establecido por Dios es un atentado contra las leyes de la naturaleza y de la razón.
Así de simple y bajo compartimentos tan estancos es esta cosmovisión. Y en esa simplicidad reside su efectividad. Pues el discurso neoapologético está ofreciendo algo que no encuentran en otras ofertas epistémicas: claridad mental o economía cognitiva.
Según Daniel Kanheman y Amós Tversky, desarrolladores de la corriente Behavioral Economics o economía conductual, el cerebro humano se caracteriza por evitar la fatiga cognitiva, buscando siempre el camino más corto y la mayor eficiencia.[15] Esto se comprueba a nivel de mercado una y otra vez: las ofertas más claras y simples son las que más venden. Incluso en política. Todos recordamos el “Make America great again” de Donald Trump, cuatro palabras sobre las que construyó su campaña en 2016. Pero ¿quién se acuerda cuál era la propuesta de Hillary Clinton? Quedó sepultada en la complejidad del discurso técnico. En 2023 todo el mundo hablaba de la “dolarización de la economía argentina” propuesta por Millei, estuviera uno de acuerdo o no, la frase, la propuesta alcanzaron posicionamiento y lo que los mercadológicos llaman “recordación”. ¿Qué era exactamente lo que proponía Massa? Sin duda no algo que se pueda expresar fácilmente con unas pocas palabras.
En este sentido el discurso neoapologético, como el resto del discurso conservador y antiderechos tiene la gran ventaja de la simplificación cognitiva: un mundo o una realidad fácil de entender. Principios básicos mediante los cuales conducirse en el mundo, en términos de Clifford Geertz, propone un ethos basado en un modelo-para la realidad simplificado:
La ciencia demuestra a Dios, por lo tanto, los valores cristianos son los más racionales y superiores al de los ateos y “progresistas”.
Conclusión.
En una sociedad tendiente a los sistemas complejos, que se traduce en una complejización de la realidad debido a la carencia de un eje epistémico rector, es decir, en una sociedad que opta por las diversidades con la finalidad de crear un mundo inclusivo con políticas diferenciadas y justicia contextual,[16] los discursos neoapologéticos con una cosmovisión simplificada tienen grandes oportunidades de crecimiento gracias a la economía cognitiva que representan.
Esta economía cognitiva o simplificación de la realidad tiene el atractivo adicional del discurso cientificista/racionalista. No es solo un mundo fácil de pensar, sino que los neoapologetas en redes sociales, así como el conservadurismo en gran parte de Latinoamérica, están convencidos de que tienen a la razón y a la ciencia de su lado, por lo tanto, si Dios es racional, y la Biblia es la Palabra de Dios, los mandatos bíblicos son los únicos racionales y deben regir en las políticas públicas. Desde luego se trata de mandatos bíblicos que no pasan por un examen exegético de la crítica bíblica que tiende a contextualizar, es decir, a relativizar los pasajes bíblicos en su momento histórico y cultural. Por eso es notorio que el mismo Plantinga rechace a la crítica bíblica, pues para lo que la apologética necesita mandamientos bíblicos que trasciendan cualquier época y cultura porque, para los nichos conservadores, la razón y la ciencia no dependen de las opiniones ni las emociones, son verdades objetivas y eternas ya que provienen de Dios. Por lo tanto, la Biblia no está sujeta a crítica, sino solo a obediencia. Lo que era verdad y bueno para los hebreos del siglo V a.C. en el Antiguo Cercano Oriente debe ser igualmente verdadero y bueno para nosotros actualmente en cualquier parte del mundo.
Puede notarse, entonces, cómo el discurso neoapologético es altamente racionalista, esencializando a la razón como una entelequia ahistórica al mejor estilo del Iluminismo. Como los mandatos de Dios se sostienen en la razón, entonces son eternos.
Lo mismo pasa con su concepción de la ciencia: según los neoapologetas la ciencia determina una única realidad, aplicable tanto al ser humano y su sexualidad como a los planetas o a los átomos. Se trata de un cientificismo positivista que considera que la ciencia prodiga hechos incuestionables que no están al arbitrio de la sociedad. Porque la ciencia encuentra una realidad objetiva e independiente del ser humano, es decir, en última instancia la ciencia encuentra a Dios, un ente soberano que no está supeditado a la opinión de las personas. Los neoapologetas consideran que la existencia de Dios es un hecho natural. Desde luego se trata de una “ciencia” a modo, recopilando del supuesto “libro de Biología” solo aquello que suma a sus presupuestos morales.
Sin duda se trata de una gran paradoja, pues por mucho tiempo la “teoría de la secularización”, pensó que los postulados del Iluminismo o Ilustración basados en la razón y las evidencias comprobables terminarían con el monopolio de la concepción religiosa del mundo.[17] ¿Qué diría Max Weber y otros tantos analistas que realizaban tales profecías si hoy vieran a círculos religiosos legitimarse socialmente a partir de la razón y de la ciencia?
Terminemos recordando las palabras de Alvin Plantinga y haciéndonos una pregunta. Las palabras de Plantinga son:
“Existe un conflicto superficial, pero una profunda concordia entre la ciencia y el teísmo…”
La pregunta es, tal declaración ¿es un triunfo de la religión o de la Ilustración?
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[1] Alvin Plantinga, Where the Conflict Really Lies: Science, Religion, and Naturalism, Oxford University Press, 2011.
[2] Alvin Plantinga, “Racionalidad y creencia religiosa” en Enrique Romelares (ed.), Creencia y Racionalidad. Lecturas de filosofía de la religión. Barcelona: Anthropos, 1992,
[3] William Lane Craig, Fe razonable. Apologética y Veracidad Cristiana. Oregón: Kerigma, 2018.
[4] Hans Kung, ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1979.
[5] Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida. Barcelona: Planeta-Agostini, 1993.
[6] David Villena, “Dawkins, Hitchens, Dennett y Harris: El Nuevo Ateísmo”, en Cuadernos de Filosofía, no. 27, I semestre, 2009.
[7] Isaiah Berlín, El mago del norte: J. G. Hamann y el origen del irracionalismo moderno, Madrid: Tecnos, 2008.
[8] Armand Mattelart, Historia de la utopía planetaria. De la ciudad profética a la sociedad global. Barcelona: Paidós, 2000.
[9] Cecilia Gallegos-Daniel e Isabel Cristina Taddei Bringas, “Controversia sobre la racionalidad en el comportamiento del consumidor” en Interdisciplina 10, no. 27 (mayo–agosto 2022): 203-224.
[10] Raúl Méndez, “Teología TikTok, o del dios sin filtro en las juventudes latinoamericana” en Oikodomein, Año 24, núm. 19, junio de 2020
[11] Rita Laura Segato, “La economía del deseo en el espacio virtual: Conversando cristianismo en el Internet” en Elio Masferrer (comp.), Sectas o Iglesias. Viejos o nuevos movimientos religiosos. México: ALER-Plaza y Valdés, 2000.
[12] Mary Douglas, Implicit Meanings, Selected Essays in Anthropology. Lóndres: Routledge, 1999.
[13] Raúl Méndez, “El templo profanado: los conservadurismos evangélicos contra la pluralidad sexual” en Mariana Molina y Velvet Romero (coord.), El principio de Laicidad como base de las discusiones sobre género y sexualidad, México: UNAM, 2023.
[14] Clifford Geertz, La interpretación de la cultura. Barcelona: Gedisa, 2003.
[15] Daniel Kanheman y Amos Tversky, Pensar rápido, pensar despacio, México: Debate, 2014.
[16] Raquel Sandrone, Carolina del Valle, Estella Maris Adrover, “Las prácticas inclusivas en los sistemas complejos”, en Diálogos pedagógicos, Año XVIII, no. 35, abril – septiembre 2020. Pág. 37-46.
[17] Néstor da Costa, Sobre la teoría de la secularización. Cuadernos del CLAEH no. 96-97