Posted On 18/05/2017 By In portada, Teología With 18907 Views

¿Por qué murió Jesús?: perspectivas teológicas | Juan Esteban Londoño

El Nuevo Testamento asegura que Jesús de Nazaret murió crucificado por orden de un procurador del imperio romano. Este es uno de los datos más claros y verificables de las escrituras cristianas por parte de la investigación histórica.

Dice, además, que la muerte de Jesús tiene un significado especial para los creyentes y un efecto sobre su salvación (1 Corintios 15,3-4).

Sin embargo, sigue siendo enigmático cómo se logra el efecto de la muerte (y vida) de Jesús para la salvación de los creyentes.

El Nuevo Testamento no ofrece muchos datos sobre la forma en que se lleva a cabo este proceso. Solamente hay alusiones metafóricas y simbólicas a fiestas judías como la Pascua (Ex 12) o a imágenes poéticas como las del Siervo sufriente (Isaías 52,13-52,12). Pero no hay una aclaración sistemática de cómo se lleva a cabo el proceso, puesto que el Nuevo Testamento interpreta la muerte de Jesús de formas muy diversas.

Fueron teólogos posteriores los que intentaron darle un sentido compacto y organizado al significado de la muerte de Jesús. Sin embargo, también estos intentos teológicos son diversos, dan diferentes explicaciones diferentes y a veces chocan entre sí.

Algunos de estos teólogos han tratado de explicar el sentido de la muerte de Jesús tomando citas del Antiguo Testamento, combinándolas con textos de las Cartas a los Hebreos, Romanos y Efesios, añadiendo teorías legales y comerciales latinas.

Sin embargo, términos como “muerte sustitutiva” y “muerte vicaria”, tan importantes para la construcción de estas teorías, no aparecen en la terminología bíblica griega del Nuevo Testamento. Lo que hicieron estos pensadores fue tomar conceptos jurídicos romanos para tratar de explicar este fenómeno, diciendo, por ejemplo, que Jesús realizó un sacrificio expiatorio en el que murió en lugar de la humanidad para apaciguar la ira de Dios.

Por esto es válido preguntarnos: ¿es tan claro el sentido de la muerte de Jesús en el Nuevo Testamento? ¿Es tan clara, además, esta interpretación de intercambio comercial o de muerte sustitutiva que, con el paso del tiempo se convirtió en la más aceptada?

Interpretaciones en el Nuevo Testamento

Para comenzar, es importante anotar que el Nuevo Testamento es un proceso de escritura por capas, a la manera de una caja china que contiene otras cajitas dentro.

Por esto hay que distinguir la historia de la redacción de cada texto del Nuevo Testamento en diferentes momentos:

  1. Los hechos históricos: los acontecimientos tal como sucedieron, de los cuales los primeros testigos no escribieron nada, pues los primeros textos datan de Pablo, casi veinte años después de que ocurrieran.
  2. Kerygma o proclamación de la iglesia: las tradiciones que recibieron las comunidades de forma oral y las fueron comunicando. Esto es de lo que habla Pablo cuando dice: “les he transmitido lo que yo mismo había recibido” (una tradición oral) (1 Cor 11,23).
  3. Incorporación pre-evangélica de la tradición oral: se fueron acumulando creencias y narraciones ya interpretadas acerca de lo que significaba la vida, muerte y resurrección de Jesús para cada comunidad.
  4. Redacción de cada evangelista: los evangelistas dieron una cohesión a las tradiciones ya recibidas, poniéndoles su propio tinte teológico con intereses particulares para la comunidad a la que escribieron (Lc 1,1-4). El proceso de su escritura es posterior a los acontecimientos, y la forma de organizar los datos fue según cánones narrativos, no historiográficos.

En cuanto a la primera caja central y más pequeña, los hechos históricos, no tenemos muchos datos más que el hecho de que Jesús de Nazaret murió crucificado por el imperio romano (Brown).

Según Raymond Brown, existe un relato anterior (ya desaparecido) a los evangelios canónicos, que da cuenta del hecho de la muerte de Jesús y que subyace en textos como 1 Corintios 11,23; 15,3-5, el cual menciona que Jesús fue crucificado, sepultado, resucitó y se apareció a algunas personas.

En la fase kerygmática y de tradición oral, las comunidades cristianas contaban diferentes maneras de percibir y sentir al crucificado-resucitado: una manera de darle sentido a acontecimientos tan crueles: ¿Cómo alguien tan bueno pudo morir de esa manera?

Para responder a tal pregunta, surgieron distintas interpretaciones:

  • “Ustedes lo han matado, pero Dios lo ha resucitado” (Hech 2,23s; 3,13s; 4,10; 10,39; 13,27).
  • “Era necesario” (Mc 8,31; Lc 17,25; 24,7; Jn 3,14).
  • La muerte de Jesús como fue dádiva de vida por muchos (1 Cor 11,23; Mc 14,24).

Estas formas de interpretación se fueron mezclando unas con toras, hasta llegar a las grandes corrientes que se hicieron más fuertes: la de la expiación, la del pago, y la del siervo sufriente (Frey).

Sin embargo, ante tal diversidad, el Nuevo Testamento no plantea una única mirada, y deja la libertad de elegir.

Los cuatro evangelios, por ejemplo, presentan grandes diferencias sobre el significado de la muerte de Jesús.

Marcos enfatiza la teología de la cruz (Mc 8,27s), y quiere demostrar que Jesús es el hijo de Dios. Para Marcos, Jesús es el modelo a seguir en medio del sufrimiento. Su teología del seguimiento desemboca en una teología de la cruz.

Mateo enfatiza también el sufrimiento del justo, pero presta atención espacial a la responsabilidad de su muerte: habla de Judas, de la mujer de Pilato que sueña, de Pilato que se lava las manos, de los judíos, de todo el pueblo (Mt 26-27). Además, presenta una correspondencia entre el relato de la pasión y el relato de infancia (Mt 1-2).

Lucas muestra a un Jesús que muere como profeta y mártir, en Jerusalén, la ciudad donde mueren los profetas (Lc 13,33). Su muerte tiene el efecto de hacer que los presentes, gentiles y judíos, reconozcan la justicia de su causa.

Para Juan, Jesús mantiene una actitud soberana y triunfante hasta en su muerte (Jn 13,1). Su crucifixión es entendida como “ser elevado” de regreso al Padre. Hasta la traición de Judas está vista como una orden por parte de Jesús a haga lo que tenga que hacer (Jn 13,27). Cuando van a arrestarlo, Jesús dice “yo soy”, y ellos caen a tierra, impotentes. En el interrogatorio, Jesús termina interrogando a Pilato.

El Nuevo Testamento no presenta una doctrina sistemática de la muerte de Jesús: por qué y para qué murió. No racionaliza ni explica en qué consiste la expiación a través de la muerte de Jesús. Describe el hecho redentor de Cristo, pero no explica por qué es una redención.

Interpretaciones teológicas

Ya que el Nuevo Testamento ofrece explicaciones diversas sobre la muerte de Jesús, pero no de un modo sistemático, la teología posterior se encargó de tratar de entender en qué manera la muerte de Jesús puede tener sentido para nosotros.

Los conceptos que se predican actualmente provienen de estas teorías, las cuales pueden tener algún impulso en el Nuevo Testamento, pero allí no están explicadas del mismo modo en que los hacen estos teólogos y quienes las proclaman actualmente.

La interpretación dramática (Ireneo de Lion; siglo II D.C.) ve la muerte de Jesús como un drama real. Jesús en la cruz se encuentra y enfrenta enemigos como el pecado, Satanás y la muerte. Cristo participa completamente de la humanidad, y como ser humano y Dios muere. Con la muerte y resurrección, Jesús vence a éstos enemigos; y el ser humano, en consecuencia, obtiene el perdón de Dios y la libertad. Pero Jesús comienza a salvar a la humanidad a partir de su encarnación. Él ha derrotado al maligno y ha hecho posible vivir una nueva libertad. Quienes están unidos a él participan de su victoria. En su resurrección, ha comenzado la resurrección final. Esta teología se ha fortalecido entre las iglesias orientales, como la Ortodoxa Griega, interpretando que la presencia de la divinidad en la creación ha hecho participar a la creación de una nueva naturaleza divina.

Para la interpretación de intercambio comercial y legal (Tertuliano; siglos II-III), la expiación es una transacción que consiste en pagar una deuda mediante una obra penitenciaria. En la cruz, Jesús y los hombres cambian de lugar. Jesús recibe el castigo y regala su santidad a la humanidad. Allí, Cristo libera a los seres humanos del pecado original, pero los pecados de los hombres (no el original) tienen que ser expiados por las personas a través de la penitencia. “Dios quiere que la remisión de la penalidad sea comprada por el precio que la penitencia paga”, piensa Tertuliano. Si la penitencia que se paga es conforme a la deuda, entonces Dios perdona al deudor, y se pueden ganar méritos. Las personas que hayan ganado muchos méritos, se los pueden transferir a los que no tienen méritos; por esto los santos, como Pedro o la Virgen María, pueden otorgar los méritos que ellos se ganaron a otros que se los pidan. Sobra decir que esta teoría es muy fuerte dentro de la Iglesia Católica.

Según la teoría de la paga, de Anselmo de Canterbury (siglo XII), Dios ama a la humanidad y quiere perdonarla. Pero la humanidad es pecadora. Así que Jesús se hace hombre y, como hombre, toma sobre sí el pecado de la humanidad y recibe toda la ira de Dios sobre su propio cuerpo. Para Anselmo, el ser humano debe pagar a Dios por su pecado, pero no tiene cómo hacerlo. Hay que satisfacer la pena, y se satisface con la muerte del propio hijo de Dios.

El historiador Justo González dice que “este modo de ver la obra de Cristo, aunque se ha generalizado en siglos posteriores, no era el único ni el más común en la iglesia antigua. Éste concepto del pago por los pecados apareció en la Edad Media” (González-I: 425). Esta es una teoría que, evidentemente, ha penetrado en las iglesias occidentales, tanto en la católica como en las protestantes, y ha sido fomentada y promovida en los últimos años por los movimientos pentecostales y carismáticos.

A diferencia de Anselmo, el teólogo Pedro Abelardo en el siglo XI, desarrolló un enfoque que se conoció como la teoría de la influencia moral. Según Abelardo, en el Calvario no hubo ninguna transacción comercial en la que se negociara la eternidad con la sangre del hijo de Dios. El real acto de salvación ocurre en la respuesta subjetiva que las personas tengamos frente a la cruz. Desde esta postura, la muerte de Jesús inspira a las personas para que vivan y mueran como Cristo. Lo que hizo Jesucristo “por nosotros” no fue vencer al demonio de manera engañosa ni pagar por nuestros pecados matando a su hijo, sino que nos ofreció un ejemplo y un estímulo para que podamos cumplir la voluntad de Dios. Esta teología se fortalecido en los movimientos anabaptistas y en las teologías de la liberación alrededor del mundo.

Reflexiones teológicas

Sin duda alguna, la teoría latina es la que más ha tomado fuerza en el cristianismo occidental. Según esta postura, Dios tenía que matar a alguien y al que mató fue a su propio hijo.

Es una teoría que sacrifica la imagen de Dios en favor del cumplimiento de la ley. La ley es ineludible y Dios tiene que matar a alguien para hacerla cumplir. De modo que aparece un Dios que no puede perdonar los pecados con el simple hecho de no vengarse.

Esta teoría, además, crea un sentido de deuda y es un instrumento para el control social: endeudarse y pagar deudas, hacer pactos y transacciones comerciales con un poder superior. Nada extraño que los bancos y el capitalismo utilice términos religiosos para fortalecer su sistema

La teología latinoamericana ha descubierto la conexión que existe entre la teología de la deuda y las políticas de la deuda externa, por ejemplo. Franz Hinkelammert señala que la interpretación literalista del sacrificio de Jesús por parte de Dios mira al ser humano como cumplidor ciego de una ley y hasta un criminal. Y a Dios también lo ve de un modo distorsionado: un padre que hasta mata a su propio hijo (el crimen mayor que existe) para cumplir la ley. Matar al hijo, en todo mito humano, es la afirmación de la ley, escribe este pensador.

A mi modo de ver, podemos elegir desde diferentes teorías que tienen sus raíces en el Nuevo Testamento. Si pusiéramos más énfasis en la gracia, por ejemplo, atinaríamos a pensar que el móvil para la salvación es la gratuidad, no la paga. El que ama a su hijo no le exige que muera porque cometió una falta. Sencillamente lo perdona y le enseña el camino para que no les haga daño a los demás, pues toda falta tiene que ver con herir al otro y a Dios en el otro.

Bibliografía

-Brown, Raymond E. Introducción a la cristología del Nuevo Testamento. Salamanca: Sígueme, 2001

-Brown, Raymond. Introducción al Nuevo Testamento. Madrid: Trotta, 2002.

-Brown, Raymond. La muerte del mesías. Estella (Navarra): Verbo Divino, 2005

-EKD. “Für uns gestorben“. Die Bedeutung von Leiden und Sterben Jesu Christi. München: Güterslocher Verlagshaus 2015

-González, Justo. Historia del cristianismo. Tomo I: Desde la era de los mártires hasta la era de los sueños frustrados. Unilit, 1994

– Frey, Jörg und Schröter, Jens. Deutungen des Todes Jesu im Neuen Testament. Tübingen: Mohr Siebeck, 2012

-Hinkelammert, Franz. La fe de Abraham y el Edipo occidental. San José: DEI, 2000 

Juan Esteban Londoño

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