Posted On 05/05/2023 By In Historia, portada With 902 Views

Valdenses: Una historia de resistencia y antifascismo | David Galcerá

VALDENSES: UNA HISTORIA DE RESISTENCIA Y ANTIFASCISMO

 

Hace unos meses se cumplieron 100 años de la “marcha sobre Roma”, hecho que, de alguna manera, inaugura lo que conocemos como fascismo en Italia. El ventenio fascista está constituido por años difíciles, de totalitarismo, el sistema político que pretende controlarlo todo, incluso la mente de los individuos, y que busca también su amor, algo que lo diferencia de otros modos de poder como  las dictaduras tradicionales. La voluntad de Mussolini era que el Estado fuera el todo que se impone al individuo, que incluso ejerciera de conciencia ética de éste. Mussolini y el filósofo del régimen, Giovanni Gentile, redactaron el capítulo Fascismo de la Enciclopedia Italiana en 1932, donde se dice que el Estado se ha transformado en la misma conciencia y voluntad populares. En la Resistencia que surge en 1943 los valdenses tuvieron un papel destacado en el norte de Italia en la lucha contra los fascistas. Pero para entender mejor este capítulo de la historia de los descendientes de los pobres de Lyon, es preciso retroceder en ella, no tanto en el aspecto de su formación y evolución religiosa, sino en su historia de persecución y resistencia, especialmente en época moderna.

Después de siglos de persecuciones y penurias en los Alpes, en una región sometida al influjo del país galo, parecía que con el Edicto de Nantes de 1598 por fin los valdenses tendrían libertad religiosa. Pero no duró demasiado. Con la revocación del Edicto a finales en 1685, los valdenses volvieron a ser objeto de persecución. En 1686, Vittorio Amadeo II sigue la política de Luis XIV y prohíbe el culto valdense y obliga a los niños a ser bautizados católicamente. Como consecuencia, se produce un gran exilio a países tolerantes con la Reforma. Pero hubo circunstancias que cambiaron las cosas por un tiempo. Los ingleses, con Guillermo III, escogido durante la Revolución gloriosa de 1689, tras rechazar la deriva hacia el catolicismo de Jaime II, ofrecieron ayuda a los italianos ante la amenaza francesa, con la condición de que los valdenses fueran objeto de protección por parte de  Víttorio Amadeo II. En 1694 se origina un nuevo Edicto de Tolerancia.  Pero tras la paz de Utrecht, en una Europa en que la religión ya no era el motivo de las guerras, sino las cuestiones políticas, y con la muerte de Guillermo III comenzado el siglo, las libertades contra los valdenses volvieron a ser recortadas. Los valdenses de la región del Piamonte vivieron en un auténtico gueto, especialmente con las medidas de 1730 en que se prohibía explícitamente cualquier manifestación y práctica religiosa que no fuera la católica. Además, eran discriminados también en la vida social.

Tras la Revolución Francesa y la caída del Antiguo régimen, muchos ideales de libertad llegaron a otros países, paradójicamente, a través de las guerras napoleónicas. Especialmente es cierto en el caso de las minorías religiosas. Y, tras los intentos de Restauración en toda Europa, llegó el liberalismo de las revoluciones de 1848. Estas tuvieron un doble objetivo: la unidad nacional y la implantación y consolidación de un sistema político liberal, democrático. En Italia, la Emancipación de grupos como los judíos o los protestantes iba ligada a la suerte del Risorgimento. El término “Risorgimento” fue acuñado por el dramaturgo Vittorio Alfieri (1749-1803), quien había profetizado un resurgir de la nación italiana después de años de yugo extranjero. El término, que en los diccionarios de comienzos el siglo XIX significaba sólo “resurrección”, a mitad del siglo ya tiene un claro uso político y nacional. El 17 de febrero de 1848 puede cifrarse como el inicio de la era de la libertad religiosa en Italia cuando en el reino de Cerdeña surge la Lettere Patenti del rey Carlos Alberto, reconociendo los derechos civiles a los valdenses. A ello siguió el Estatuto de Carlos Alberto, la  nueva constitución del reino de Saboya, que entra en vigor el 4 de marzo de 1848. Carlos Alberto, católico, bajo la presión del liberalismo del Piamonte, dice que los valdenses pueden gozar de todos los derechos civiles  y políticos. Pero la religión católica, apostólica y romana queda reconocida como la sola religión del Estado. Las otras son “toleradas” conforme a la ley.  Esto permitió que fueran atacados los valdenses cuando se creía que atentaban contra el orden del Estado o contra la única religión que se le atribuía.

Pero, aunque minoritario, el influjo protestante se cuela en momentos decisivos de la historia de Italia, como es el momento de la culminación del proceso de unificación nacional y político que es el Risorgimento. Significativo es el discurso de Camilo Cavour respecto a la decisiva “cuestión romana”, a la necesidad de que la capital fuera también parte del resto de la nación italiana, sin privilegios políticos al papado. Cavour conoció las ideas de Alexander Vinet. Este era reformado, pero discrepaba de la homogeneización religiosa en países como Suiza, simpatizando con el movimiento de avivamiento y reclamando la libertad en toda forma de expresar la fe, y siendo critico así con los primeros reformadores que no acabaron de separar la religión del poder. Su ensayo Libere Chiese in Libero Stato (1826),  escrito presentado para un concurso en Francia, tuvo un enorme impacto y traspasó fronteras. Cuando el ministro Cavour dirime la “cuestión romana”, el papel de Roma en la nueva Italia, se hace eco de la expresión de Vinet transformándola en “Libera Chiesa in libero Stato” (Cámara de los diputados, 27 de marzo de 1861). Cavour reclama que la Iglesia sea independiente del Estado, y que no quiera el poder temporal; solo así podrá ser respetada. Y para ello habló de una Iglesia libre en un Estado libre.

Pero el Papa Pio IX, que ya desde bien temprano frustró las esperanzas liberales depositadas en él, tomó medidas reaccionarias y se opuso a los acontecimientos. Reabre el tribunal de la Inquisición, y hace fusilar a los compatriotas que defendieron el gobierno republicano en Roma. En 1854 proclamó la doctrina de la “inmaculada concepción” y en 1870, en el concilio Vaticano I, la “infalibilidad papal”. Sólo con la entrada de Garibaldi y el abandono del apoyo de  Napoleón III al Vaticano, pudo Roma ser integrada en el proyecto nacional y convertirse en capital de la  nueva Italia. Sólo con la caída de Roma se pudo dar paso a mayores beneficios para las minorías religiosas. Como ejemplo, el último gueto judío era el de Roma; sólo fue clausurado con la caída del poder papal en 1870.

En la etapa de Mussolini, se retomaron las relaciones entre Iglesia y Estado. El Pacto de Letrán restituye al Vaticano su condición soberana, aunque afirmaba la independencia de ambos poderes y seguía rigiendo la expresión de Cavour: “Iglesia libre en Estado libre”. Pero, al mismo tiempo, el catolicismo vuelve a recuperar su papel de religión del Estado en la vida diaria en Italia, como, por ejemplo, se muestra en sólo dar validez al matrimonio católico. Ahora las confesiones no católicas dejaban de ser toleradas para ser “admitidas”. En la ley del 24 de junio del mismo año se dice: “Son admitidos en el Estado cultos diversos de la religión católica apostólica y romana. Porque no profesan principios y no siguen ritos contrarios al orden público y a las buenas costumbres. El ejercicio, también público de tales cultos es libre”.

Parece un avance hablar de admisión en lugar de tolerancia. Pero el  ministro Rocco aclara que hablar de “admitida” en lugar de “tolerada” no marca ninguna diferencia jurídica. En la teoría, sólo si había algo que fuera contra el orden social podía el poder intervenir. Pero, en la práctica,  eso da pie a que siempre que hubiera conflicto con el gobierno, se pudiera intervenir sobre las religiones “admitidas”.  Por ello, los pastores debían ser supervisados por el Estado, vigilando que no fueran contra el gobierno. Aquí sufrieron principalmente los pentecostales, pues vieron en Mussolini una figura del anticristo, y muchos de ellos fueron perseguidos y se los hostigó como a pocos grupos. Recordemos también que el Papa reclama que la libertad de conciencia se ha de dar dentro de la doctrina y del derecho católico. La iglesia ve a Mussolini como un hombre de la Providencia.

El 8 de septiembre se proclama la República de Saló que quiere instaurar de nuevo el fascismo y a Mussolini que había sido destituido por el Gran Consejo fascista  con el toque final del rey. En Turín y el Piamonte surge un buen número de italianos que se adhieren a la Resistencia. Muchos se reúnen en los montes en que habitaban valdenses. Entre estos destaca el círculo de personalidades en torno a la publicación Gioventú cristiana, que toma una inspiración barthiana. Karl Barth había dirigido una carta a Francia en diciembre de 1939 y fue publicada en la revista mencionada ya en 1940. En la carta Barth llamaba a resistir, y criticaba la herencia luterana de la división de los dos reinos, el espiritual y el temporal, lo que podía llevar a un quietismo, impropio de la vocación cristiana, ante los acontecimientos del  mundo.  Ya terminada la guerra, la importante figura valdense Giovanni Miegge dice en la misma revista que “estaban convencidos de que no se podía escindir de forma duradera el hombre cristiano en dos elementos: aquí el cristiano, allá el político”. Y consideraba que el capitalismo conduce al estado totalitario, siendo la democracia la única forma de gobierno compatible con el Evangelio.

El mismo 8 de septiembre de 1943 se produce una declaración del Sínodo valdense en que se reclama la libertad de conciencia, de culto, de palabra, rechazando cualquier injerencia del Estado. Es más, en el artículo 1 añadieron que ello debía darse dentro del marco del  “derecho natural”. Este término podía traer problemas, ya que para el Estado totalitario sus leyes son el derecho, pero parece que lo añadieron para dar a entender que no sólo se trataba de la libertad de conciencia de ellos, de los valdenses, sino de cualquier grupo religioso o laico. Lo que se les reprocha es que en el Sínodo no se aceptara la propuesta del pastor Vittorio Subilia de pedir perdón por no haber tenido una actitud más beligerante contra el fascismo.

Pero el 10 de septiembre se produce una reunión entre representantes del antifascismo valdense y miembros del Partido de Acción de Turín en Torre Pellice. Un buen tanto por ciento de los que integraban la Resistencia en el Piamonte era de confesión valdense. Subraya Donatella Gay Rochat que, obviamente, la Resistencia no era un  movimiento valdense ni protestante, ni todos los valdenses o protestantes estaban del lado de la libertad. Pero afirma que es innegable que hay un espíritu que había insuflado vida durante siglos al principal grupo protestante en Italia, y que se manifestaba en una exigencia y tradición de  libertad de conciencia, que ahora transpira y anima en buena medida el movimiento antifascista en el Piamonte. Es más, el  carácter deliberativo, democrático de la organización valdense, era la antítesis del espíritu totalitario. Tampoco cabe olvidar cierta línea revolucionaria en la historia, en épocas de supervivencia de los valdenses. Destaca  ahí la figura de Giousè Gianavello, con su banda armada durante la persecución implacable sufrida por los valdenses en el norte, en 1655, conocida como la “Pascua piamontesa”, que provocó indignación en toda Europa, y de la que el mismo Milton se hizo eco en un soneto.  O los “invencibles”, partisanos en 1868 tras la revocación del edicto de Nantes. En los valles valdenses, la mayoría de quienes se adhirieron a la Resistencia lo hicieron formando parte del mencionado Partido de Acción, en el grupo Justicia y Libertad, movimiento que incluyó a figuras ilustres como Primo Levi o Giorgio Bassani. Destacan nombres como Josepo Lombardini, judío de origen que se convirtió al cristianismo bajo la confesión bautista. O William Jervis, ingeniero; este sí, valdense, de Milán, y con un  peculiar componente anarquista. El primero fue deportado y no volvió. El segundo fue asesinado en una población piamontesa.

Muchos han hablado del Risorgimento como proyecto no consumado, y también de la “Rivoluzione mancata”, para referirse al carácter olvidado  de los ideales de la Resistencia con el advenimiento de la democracia y el triunfo de la Democracia cristiana y la política de amnesia y amnistía. Eso es patente en que, después de la guerra, la Constitución 1948 seguía conservando los acuerdos entre Iglesia y Estado del Pacto Laterano, como expresa el artículo 7. Curiosamente, incluso figuras de la izquierda como el comunista Togliatti votaron a favor del artículo 7, aunque también  presionaron  para que se incluyera el que sería ahora el artículo 8, también admitido por los católicos, que daba cobertura legal para que las diferentes confesiones pudieran ser libres en sus prácticas. Pero dejamos aquí la historia. Sólo para acabar hay que señalar que con el triunfo de la Democracia Cristiana, en buena medida la memoria de la participación de los valdenses y de los protestantes en general en la Resistencia quedó un poco en el olvido, en parte porque tampoco ellos mismos conservaron su memoria. Las cosas han cambiado. Como muestra, el Museo de la Resistencia de Turín tiene, desde el 2005, una sección dedicada al papel de los valdenses en la lucha.

David Galcerà

 

 Bibliografía:

 

Miegge, Giovanni, La chiesa valdese soto il fascismo, Claudiana, Turín, 2015.

Papini, Carlo (ed.), Gli evangelici nella Resistenza, Claudiana, Turín, 2007.

Rochat, Donatella Gay, La Resistenza nelle Valli valdesi, Claudiana, Turín, 2006.

Spini, Giorgio, Risorgimento e protestanti, 2007.

Spini, Giorgio, Italia de Mussolini e protestanti, 2008.

Tourn, Giorgio, I valdesi, Claudiana, Turín, 2008.

Tourn, Giorgio, Risorgimento e chiese cristiane, Claudiana, Turín, 2011.

David Galcerà

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