Posted On 25/03/2012 By In Biblia With 1474 Views

Bienvenidos

Estaban convocados, y fueron puntuales a la cita. Poco a poco subieron las escaleras. Era un día muy especial. Hasta ese momento, habían sido siempre la minoría, los olvidados. Pero por fin les ofrecían un gesto de reparación. Se detuvieron ante la entrada. Dudaron. Ninguno de ellos había estado nunca allí, en ese edificio. El secretario fue a buscarlos: ya podían pasar. Nervios. Alguno de ellos acababa de ajustarse el nudo de la corbata, o afinaba la solapa de la camisa. Pero el pasillo era breve, y era necesario ir deprisa. La luz del sol penetraba con fuerza a través de los ventanales del salón nobilísimo, como si de una imagen de época se tratase: la madera, los muebles, los olores.

Jordi Puig i MartinDe repente, las sonrisas se helaron. El secretario mudó su expresión, y murmuró incómodamente: “-Un momento, por favor”. Detenidos a pocos metros de una inmensa puerta, ésta se cerró de golpe, después de dejar pasar al joven ayudante. Silencio. Expectación. Seguidamente, caras de conformidad. Acostumbrados como estaban, esto no causó en ellos ninguna sorpresa. Al cabo de unos instantes, la puerta se abrió de nuevo, y emergió de ella el secretario. “-Disculpen, ya pueden pasar”. Respiraron. Falsa Alarma.

El suelo crujió. De cerca, la gran puerta se reveló como un inmenso arco triunfal de piedra labrada, con formas geométricas de estudiada elegancia. Y, a pesar de la altura, todos tuvieron la necesidad de inclinar la cabeza al pasar por ella, bien por humildad, bien por el temor de tener ese peso granítico sobre la sien.

Dentro de la cámara, el contraluz permitía intuir una silueta que se acercaba. Una voz firme, segura, grave, se dirigió a ellos: “-Sed bienvenidos a vuestra casa”.

Uno de ellos dio un paso al frente: “-Os damos las gracias en nombre de…”. El secretario le interrumpió. No era el momento. La silueta retornó silenciosamente al claroscuro tras la cortina de luz de los ventanales. Abandonaron la cámara, y deshacieron el camino, desconcertados. El secretario, cerrando la comitiva, los acompañó hasta la entrada: “-El señor alcalde ha quedado muy impresionado de la visita, y desea poder seguir manteniendo la relación cordial con ustedes”. Los representantes de las minorías religiosas del pueblo bajaron las escaleras en silencio.

Al día siguiente, la web municipal abría con la notícia del histórico encuentro.

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