Para Karl Barth, padre de la teología dialéctica, la predicación parecía estar sujeta a dos principios fundamentales, estos eran: que la predicación es la Palabra de Dios pronunciada por Él mismo y, en segundo lugar, que la predicación es “fruto de la orden dada a la Iglesia de servir a la Palabra de Dios, por medio de un hombre llamado a esta tarea”[1]. Podemos ver que, entre estos dos conceptos, acababan por mezclarse la acción humana y la acción de Dios Padre. En este sentido y, atendiendo a la acción
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