16 de febrero, 2021
Señor, por la mañana escuchas mi súplica; de madrugada ante ti la presento y me quedo esperando. (Sal. 5:4 BTI)
¡Cuántas cosas creemos que necesitamos! Algunas ciertamente necesarias, otras posiblemente no. Pero por todas ellas suplicamos constantemente. En la confianza que obtendremos las que colmen realmente nuestra hambre, y no nuestros vanos apetitos, ya que, en ocasiones, pedimos mal (Stgo. 4:3). El Señor discierne nuestras necesidades por nosotros. Ya que habitamos en la tierra de la confusión y la seudonecesidad.
Confiamos en aquellas palabras de Jesús cuando nos dijo, “vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mt. 6:8). Y por otra parte, las mismas Escrituras nos dirán que “el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Ro. 8:26-27). Y así descansamos, plenamente confiados en Él.
Presentamos cada día de nuestra vida la lista de suplicas que hemos elaborado (¡qué amigos somos de las listas!), y nos quedamos a la espera de la divina respuesta. Señor, quedamos a la espera. Y mientras esperamos, déjanos descansar y contemplarte desde tu regazo de madre.
Soli Deo Gloria