Ese día al anochecer, les dijo a sus discípulos -Crucemos al otro lado.-
Dejaron a la multitud y se fueron con él en la barca donde estaba. También lo acompañaban otras barcas. Se desató entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse. Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre una almohada, así que los discípulos lo despertaron.
—¡Maestro! —gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos?
Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar -¡Silencio! ¡Cálmate!-
El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.
Marcos 4:35-41
………..
«Jesús dijo: – Crucemos al otro lado.-» Marcos 4:35 Estoy en la barca.
– Crucemos al otro lado- me dices. Y así me invitas a cruzar un lago que pronto rugirá embravecido.
La tormenta comienza, las olas amenazan y el barco se desestabiliza, es entonces cuando las preguntas se amontonan en mi mente.
¿Qué hago aquí?
¿Me zarandeas para soltar?
¿Me Inhabilitas para depender?
¿Me ciegas para que me deje guiar?
¿Puede que haya algo al otro lado del lago que solo puedo disfrutar desde la perspectiva de la superación?
Tengo mucho que reflexionar sobre estas preguntas, y hay una parte de mí que le aterra enfrentarse a ellas por no encontrar las respuestas cómodas y fáciles de digerir en una mente humana y limitada como la mía.
Mientras, entro en la habitación donde duermes e intento despertarte, rogarte que me abraces porque mis fuerzas decaen y parecen agotarse.
La sensación de tu ausencia es desoladora ¿Dónde estás cuando el agua inunda mi barca, cuando el miedo empapa los huesos y la ansiedad se adueña de mis días? Dime ¿Dónde estás? Yo te busco cada día, como esos salmistas que buscan sin descanso a pesar de no encontrar la respuesta que sacie su sed de calma. Si, parece que duermes, Jesús dormido y yo en medio de la tempestad.
Tu duermes y yo lloro y me desespero, pero ¿por qué? «Maestro!, ¿no te importa que me esté hundiendo?» En una primera mirada me atormenta pensar que ignoras mi miedo, que no te importo, que te desentiendes de la desesperación que me desborda, que no te preocupa en absoluto mi sufrimiento.
“Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo.” Marcos 4:38
Tú, dormido en la popa, en la parte trasera del barco, donde se encuentran todos los controles, sobre el timón. Allí, en esa habitación tienes frente a ti los mandos de la nave para cambiar la dirección, pero por mucho que te insista no intentas variar nuestro rumbo, no esquivas la tormenta. Quieres que estemos ahí, los dos, por algún motivo que desconozco. No estás ansioso, no estás alterado ni irritado por mis palabras retantes y desesperadas. Sólo descansas, duermes tranquilo.
Yo que me dejo llevar por las olas de la debilidad humana, me empapa la lluvia de la inquietud y me ciegan los relámpagos del agotamiento. El romper de las olas me deja sin aliento y mis manos ya no tienen fuerzas para encontrar el equilibrio y permanecer en pie.
¿Y si duermes para mostrarme la actitud de fe en medio del caos, la paz que solo proporciona Dios? duermes, descansas en él porque sabes que está todo bajo control. En tu corazón, en tu mente no hay tormenta por mucho que allí fuera truene. Por mucho que mis ojos tan humanos solo vean calamidad, tu descansas porque sabes que estamos en las manos de Dios, al abrigo del altísimo, bajo la sombra del omnipotente, esa actitud serena que proporciona la seguridad de estar bajo sus alas (salmo 91). No miras la inmensidad del problema, con tu descanso me muestras la soberanía de Dios, he aquí el poder de la fe. La calma en medio del dolor.
Tú que caminas a mi lado, sientes igual que yo el dolor pero con la mirada puesta en la grandeza y el poder de Dios, quieres que mire como tú, quieres compartir tu refugio, el lugar donde descansas. Me enseñas a acurrucarme al abrigo de la verdad absoluta de tu acompañamiento, de la herida que curarás. Me enseñas a dormir en medio de caos. A descansar en la tormenta. Y me recuerdas que tus promesas se cumplirán. Llegará la calma.
“Jesús se levantó, dio una orden al viento y le dijo al mar: –¡Silencio! ¡Cállate!- El viento se detuvo y todo quedó completamente en calma”
Amén.
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