Posted On 23/01/2021 By In Biblia, portada With 2408 Views

Teodicea: Un acercamiento al Libro de Job | Juan Manuel Arias Perea

Teodicea, una palabra complicada para una pregunta aún más complicada: ¿Cómo puede un Dios bueno permitir la existencia del mal en el mundo? Esta fue la frase que le escuché decir al profesor, pastor presbiteriano y teólogo cubano Adolfo Ham en una de sus conferencias sobre Religiones Comparadas del Instituto Superior Ecuménico de Ciencias de las Religiones (ISECRE) en La Habana, Cuba. Luego de esa pregunta solo quedó el silencio abrumador en mi mente intentando razonar a tal sentencia que luego, con tanta sencillez, el profesor explicaría con ejemplos prácticos para hacernos entender mejor la temática. Como ya sabemos, el término Teodicea viene de la voz griega: Dios (theos) y (dikē) justicia. El término significa literalmente «justificar a Dios». Aunque se han propuesto muchas formas de teodicea, algunos pensadores cristianos más conservadores han rechazado como impío cualquier intento de sondear los propósitos de Dios o de juzgar las acciones de Dios según las normas humanas. Otros estudiosos, haciendo una distinción entre una teodicea y una “defensa” más limitada, han buscado mostrar solo que la existencia de algún mal en el mundo es lógicamente compatible con la omnipotencia y la bondad perfecta de Dios. Las teodiceas y las defensas son dos formas de respuesta a lo que se conoce en teología y filosofía como el problema del mal.

En este artículo pretendo explorar El Libro de Job desde la teodicea, el papel de quien sufre y cómo el sufrimiento puede crear ira, amargura e incluso rebelión contra un orden cosmológico justo y amoroso. Aunque pienso que lo más importante en este escrito es que intenta poner a Job, potencialmente, como un individuo que gana sabiduría a través de su sufrimiento. Cuando leemos el libro de Job nos damos cuenta de que es uno de los libros más extraños de la Biblia y que nos plantea preguntas difíciles y respuestas desafiantes sobre la naturaleza del mal. Este libro es a mi juicio un modelo literario para el sufrimiento desatendido; como lo definiría el escritor y teólogo Richard Sewell “Más que Prometeo o Edipo, Job es el símbolo universal para la imaginación occidental del misterio del sufrimiento desatendido”.[1] El sufrimiento desatendido implica que existe un universo justo y un orden cosmológico que asegura un equilibrio entre recompensas y castigos. Cuando ese sufrimiento no se puede explicar y se siente en carne propia surgen preguntas desatendidas sobre la justicia, la naturaleza del universo y sobre todo acerca de un Dios benigno y amoroso.

Cuando comenzamos a leer el texto bíblico que nos narra sobre Job evidenciamos que se describe a Job como un hombre paciente, comprensivo, un hombre de familia que gozaba de prosperidad. Sin embargo, la mayor parte del libro es de una poesía en la que Job maldice el día en que nació y exige apasionadamente la justicia de Dios. El cambio estilístico de Job, de la prosa a las secciones poéticas, complica la comprensión moral del mundo no solo para Job sino también para el lector. Podría decir que Job se presenta a través de una didáctica narrativa, que presenta a sus personajes de forma sencilla y accesible sin complicaciones. «Los recursos estéticos de tal narrativa (repetición, exageración idealizada, carácter binario simple, oposiciones, narrador fuertemente evaluado, etc.) crean un mundo moral de valores claros y verdades simples. Cuando estos recursos narrativos simples y rudimentarios se establecen para el lector, el autor cambia de marcha repentinamente y continúa la historia con una forma de conversación literaria y moral que es mucho más sofisticada (tanto estéticamente como en términos de complejidad de su visión moral). Estos cambios se reflejan estilísticamente; de la prosa a la poesía, pero lo más importante es que requieren y exigen una mayor agudeza mental para el lector.

El Libro de Job es una teodicea, en la que la bondad de Dios se yuxtapone a un mundo desbordado de sufrimientos. La estructura de este libro es un diálogo de sabiduría en el que el personaje principal expresa hacia los demás su insatisfacción y sufrimiento injustificado, incluso hacia Dios mismo. Sin embargo, no actúa como un manual de normas o reglas a seguir para el lector, ya que no hay un narrador omnisciente que le diga al lector qué hacer, pensar o sentir sobre el dilema de Job. Pero aun así, el lector siente y sufre la trama del personaje principal. Estos diálogos tampoco buscan responder por qué Dios permite que exista el mal o que ocurra el sufrimiento en el mundo aun y cuando Job exige respuestas de lo alto que parecen no tener respuesta. Por tanto, El Libro de Job actúa como una doble teodicea, tanto para su personaje principal como para el lector. La autora Carol A. Newsom yuxtapone el Libro de Job con la Teodicea Babilónica[2] y explora sus diferencias y similitudes. Ella escribe:

La Teodicea Babilónica comienza directamente con un llamamiento explícito del sufriente a su amigo … las palabras del sufriente son dialógicas, ya que están enmarcadas en relación a otro individuo y esperando escuchar una respuesta.[3]

Como en Job, el papel del sufrimiento es de suma importancia en La Teodicea Babilónica donde también se evidencia al protagonista explicando su sufrimiento a través de la angustia y la desesperación. Sin embargo, las funciones de estos diálogos de sufrimiento son muy diferentes en El libro de Job. Primeramente, Job no tiene la intención de iniciar un diálogo con sus amigos. Lo inicia Elifaz, quien se da cuenta de que no fue invitado a hablar. Estos discursos de los amigos de Job revelan preguntas e inquietudes sobre la omni-benevolencia de Dios, así como sobre la naturaleza del universo.

El autor de Job muestra un universo cruel e implacable en el que el protagonista, se ve obligado a un exilio psicológico donde no encuentra consuelo ni esperanza en los más cercanos a él. Por ello comienza a cuestionar la bondad de Dios y la naturaleza del pecado y el mal cuando sufre físicamente enfermedades y plagas. Antes de que Dios lo atormente físicamente, Job no comprende los significados de sufrimiento, de pecado ni siquiera de sí mismo. En el capítulo 2, versículos 9 y 10, Job reprende a su esposa que le dice “¡Maldice a Dios y muérete!”[4]. Él responde: “¡Mujer, hablas como una necia! Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos recibir también lo malo? El sugiere que es una tontería relacionar con Dios la base de cualquier condición, ya sea buena o mala. Job, cuando enferma de sarna o el síndrome de hiperinmunoglobulina E como se le conoce patológicamente[5], encarna físicamente el pecado a través de la aflicción y, por lo tanto, debe ser desplazado. Cuando Job responde a su esposa, se le encuentra sentado encima de un montón de basura fuera de la ciudad en el capítulo 2, versículo 8, donde se arrojan ollas rotas, cenizas y todo lo que fuera basura. Su ubicación es importante porque lo coloca con los rechazados, marginados y desamparados y lo ubica en un lugar con cosas que no tienen valor ni importancia en la sociedad circundante. En el capítulo 3, Job da un giro drástico. Su ira se ha filtrado a la superficie y en lugar de ofrecer frases piadosas, se enfurece contra lo que ve como una falta de orden moral en el universo. Sus amigos intentan consolarlo y ofrecer respuestas sobre por qué sufre. Elifaz sostiene que el orden moral del mundo es justo y equitativo, y si Job se arrepiente de los pecados que le causaron sufrimiento, Dios restaurará su vida; Bildad por otra parte sostiene que Job necesita universalizar su tormento en el que su vida insignificante no importa mucho, pero sí el bienestar general del mundo; y por último Zofar argumenta que Job no puede saber nada acerca de Dios, ya que Dios es trascendente, y por lo tanto, Job debería dejar de pensar en su sufrimiento y arrepentirse rápidamente. Sus amigos refuerzan la idea de que el universo es moral por lo tanto los pecadores son castigados y los justos son recompensados, y Dios es todo amoroso y justo. En el capítulo 34, Eliú le dice a Job: “Dios paga al hombre según sus obras; lo trata como se merece. ¡Ni pensar que Dios cometa injusticias! ¡El Todopoderoso no pervierte el derecho!”[6] Una vez más, Eliú, representa un orden moral justo y equitativo, donde Dios es bueno y benigno. Sin embargo, lo que Job y ninguno de sus amigos saben, es que su sufrimiento proviene de una apuesta entre Dios y Satanás, una supuesta apuesta que puede provenir de un lugar caprichoso y potencialmente perverso.

El diálogo entre Job y sus amigos disminuye cuando Job ruega por la muerte al no encontrar consuelo ni comprensión en las palabras de sus amigos. Es como si estuviera experimentando una depresión profundamente arraigada debido al sufrimiento que ha experimentado. Esos eventos se han inscrito en su psiquis y se han consolidado en un sentimiento compuesto: angustia. Si extrapolamos esto a nuestra realidad nos damos cuenta que hay muchos y muchas Elifaz, Bildad y Zofar quienes interpretan que los verdaderos hombres de fe son solo quienes entienden a Dios a través de la retribución divina: recompensa y castigo. En resumen, los amigos de Job creen que ha pecado y está siendo castigado por esa transgresión. Para los autores James L. y Carroll Crenshaw, los amigos de Job creen que «Dios hiere y sana con una acción disciplinaria»[7]. Mientras que Job declara su inocencia y concluye lógicamente que Dios debe ser injusto y proclama amargamente que su deidad una vez fue amorosa y ahora está perdida cuando dice:

«Si me dirijo hacia el este, no está allí; si me encamino al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo; si se vuelve al sur, no alcanzo a percibirlo. Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro.»[8]

Si vemos el deseo de muerte de Job nos damos cuenta que enfatiza el fin de su sufrimiento. Sin embargo, durante el desarrollo de diálogos con sus amigos, se da cuenta de que la muerte no permitiría ninguna reivindicación de su castigo. En estos diálogos, él asume el papel de abogado  que resueltamente cree en su lógica, que su sufrimiento es injusto y exige que presente su caso ante Dios, como un abogado ante un juez:

«¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! ¡Si pudiera llegar adonde él habita! Ante él expondría mi caso, llenaría mi boca de argumentos. Podría conocer su respuesta, y trataría de entenderla».[9]

Estos diálogos entre Job y sus amigos revelan uno de los aspectos más importantes de la teodicea, el problema del sufrimiento y por qué Dios permite que exista ese sufrimiento. La ira y la amargura de Job hacia las injusticias cosmológicas, y sus demandas de respuestas de Dios mismo, ponen a Job como uno de los primeros ejemplos del sufrimiento que comienza a cuestionar la equidad del mundo. Esta es quizás la mayor diferencia entre el libro de Job y la Teodicea Babilónica en que «Job no presenta simplemente la magnitud de su sufrimiento, sino su respuesta al mismo». Ese sufrimiento que se experimenta internamente como una forma de angustia y tormento psicológico. Además, el autor de El libro de Job permite que su personaje principal se dirija explícitamente a Dios y le pregunte por qué permite que exista el sufrimiento desatendido. Los discursos divinos de Dios son confusos porque el creador del mundo no ofrece consuelo ni solución para el sufrimiento de Job, pero implícitamente le permite a Job obtener sabiduría y comprensión de su sufrimiento. Además, el papel de Dios se revela a través de imágenes naturales. Habla a través de una tempestad que parece reiterar el poder y el misterio divino. En una de las primeras sentencias divinas Dios le dice a Job:

«¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra? ¡Dímelo, si de veras sabes tanto!¡ sabes quién estableció sus dimensiones y quién tendió sobre ella la cinta de medir! «[10]

Para algunos eruditos, como James L. Crenshaw, el primer discurso divino de Dios se lee como una alocución burlona, ​​en la que no hay indulto ni compasión para quien sufre. Crenshaw escribe: “La ausencia de cualquier referencia explícita a los humanos en todo el discurso está calculada para enseñarle a Job la valiosa lección de que el universo puede sobrevivir sin él”[11]. La evaluación de Crenshaw de que el mundo no necesita a Job subestima e ignora las complejas percepciones morales de estos discursos divinos. El uso de imágenes naturales por parte de Dios revela una sabiduría latente tanto para Job como para el lector. Es decir, Job y por extensión toda la humanidad es incapaz de comprender el majestuoso y sublime poder del mundo desde los mares, la tierra y hasta los cielos. La falta de comprensión de otros seres humanos no refleja la crueldad e indiferencia de Dios hacia Job, simplemente reitera el misterio y maravilla del universo, que sólo Dios puede comprender plenamente nuestras angustias, dolores y penas. Además, estos discursos revelan el narcisismo de quien lo sufre, en el que el dolor y el tormento crean una psiquis egocéntrica y potencialmente egoísta. Es decir, cuando sufrimos, como Job, solo somos capaces de experimentar nuestro propio tormento en una visión miope. Como me dijo un día un amigo cercano: Dios invita al que sufre a mirar hacia otro lado, entonces llegará a la conclusión de que otros también sufren igual o más. Pero Dios siempre acompaña.

Las imágenes naturales que Dios usa aparentemente sugieren la insignificancia de Job. Sin embargo, el caso individual del sufrimiento de Job tiene poco interés o importancia cuando se aplica al mundo entero. ¿Cómo puede una deidad todopoderosa comprender el tormento de Job cuando tiene a su cargo experimentar el sufrimiento del universo entero? En resumen, la angustia de Job es insignificante para Dios. La imaginería natural que Dios evoca refleja la naturaleza enigmática de Él. Estas imágenes se vuelven cada vez más abstractas, desde la descripción del granizo y la lluvia hasta “el camino donde mora la luz… y el palacio de las tinieblas” (Job 38: 9-10). Estas imágenes transmiten una sensación de asombro y enigmático desconcierto.

Quizás el poeta de Job hace que Dios hable mediante imágenes naturales para permitir que el lector comprenda el papel del sufrimiento en la vida humana. Si sucede una inundación simplemente no importa si eres piadoso o si una tormenta de granizo golpea a aquellos que no han transgredido la  ley o una enfermedad terminal te quita a la persona que más amas, sin importar cuán justo seas. La naturaleza es cruelmente indiferente al sufrimiento humano y Dios, en el libro de Job, tiene poca paciencia para consolar la agonía de un hombre. Además, la evocación de la naturaleza sugiere que existe un orden en el universo; está más allá de la comprensión de la humanidad. En el primer discurso divino de Dios después de cada acto de creación natural, hay formulada una pregunta retórica que sugiere que existe un universo ordenado, pero ese orden pertenece solo a Dios y la humanidad carece de comprensión total de él.

Al final del discurso de Dios, Job dice mansamente: ¿Quién es este —has preguntado—, que sin conocimiento oscurece mi consejo? “Reconozco que he hablado de cosas que no alcanzo a comprender, de cosas demasiado maravillosas que me son desconocidas.[12]

Me atrevo a asegurar que Job comprende que el papel del sufrimiento es tan misterioso como el universo mismo y que el tormento del que sufre no implica que Dios sea injusto. Es interesante notar que, en el discurso de Dios, él nunca se refiere a sí mismo como completamente amoroso o completamente bueno. En cambio, retóricamente le pregunta a Job “¿Vas acaso a invalidar mi justicia? ¿Me harás quedar mal para que tú quedes bien?”[13] Dios, en el Libro de Job no es una deidad personal y omnibenevolente. Él es Justicia suprema que puede “ver a todo orgulloso y humillarlo”[14]. No es tu amigo, ni tu salvador personal; él es el padre de todo el mundo. Job no es culpable de una maldad excesiva como sugiere Elifaz, ni ha cometido una transgresión grave. Quizás el recordatorio de Dios de que puede derribar a un hombre orgulloso sugiere que la transgresión de Job es de orgullo. Durante el prólogo del libro Job exige que sus hijos se santifiquen ellos mismos a través de holocaustos y sacrificios y esto implica que Job es arrogantemente piadoso porque cree que sus hijos, no él mismo, han pecado y continuarán pecando. Esto sugiere que el sufrimiento de Job no fue el resultado de una apuesta entre Dios y Satanás, sino por su propia suposición arrogante de que su justicia le impediría experimentar la ira de Dios. Sin embargo, su sufrimiento le permitió encontrarse con su creador y recibir, momentáneamente, una comprensión del cosmos.

El Libro de Job es quizás una de las piezas más confusas e importantes de la literatura bíblica porque establece el papel del sufrimiento, la importancia de ese sufrimiento y cómo se puede obtener sabiduría a través del sufrimiento y aplicarla a nuestra vida. Lo más importante es que Job inicia una tradición arquetípica en la literatura, en la que la víctima comienza a cuestionar la equidad y justicia del universo e incluso comienza a rebelarse contra su respectiva deidad. El sufrimiento de Job y su ira se dirigieron hacia el universo en general y ofrece una comparación con otras figuras trágicas de la literatura bíblica y universal; como Noemí, David, Jonás, Edipo de Sófocles hasta el capitán Ahab de Melville. Cada uno de estos personajes están marcados por el sufrimiento y la desesperanza que también vivió Job. Quiera Dios que no nos falte la paciencia para soportar las aflicciones con la alegría y seguridad de que los que sembraron lágrimas con regocijo segarán.

 


[1] Sewall, Richard B. La visión de la tragedia. New Haven, Connecticut: Universidad de Yale, 1959.

[2] poema escrito en la antigua Babilonia 1600 al 900 A.C También conocido como El Kohelet de Babilonia.

[3] Newsom, Carol A. El libro de Job: una disputa de imaginaciones morales. Oxford

Prensa Universitaria, 2009.

[4]  Job 2:9,10 Nueva Versión Internacional de la Biblia

[5] Colectivo de Autores: «Síndrome de hiper-IgE. Diagnóstico y manejo oportunos. Revista Alergia México, págs. 38-45; 2008.

[6] Job 34.11-12 Nueva Versión Internacional de la Biblia

[7] Crenshaw, James L. Sabiduría del Antiguo Testamento: Introducción. Louisville,Westminster John Knox Press, 2010.

[8] Job 23:8-10 Nueva Versión Internacional de la Biblia

[9] Job 23: 3-5 Nueva Versión Internacional de la Biblia

[10] Job 38:4-5 Nueva Versión Internacional de la Biblia

[11] Crenshaw, James L. Sabiduría del Antiguo Testamento: Introducción. Louisville,Westminster John Knox Press, 2010.

[12] Job 42: 3 Nueva Versión Internacional de la Biblia

[13] 40: 8 Nueva Versión Internacional de la Biblia

[14] Job 40:11 Nueva Versión Internacional de la Biblia

Juan Manuel Arias Perea

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