Posted On 13/01/2014 By In Opinión With 1739 Views

No somos “ese” cristo

“Debemos ser como Cristo”, se nos dice. ¿Pero de cuál “cristo”? ¿Somos conscientes de las relatividades, opiniones, sensibilidades, miedos, hasta patologías, atrocidades y maldades que se entrecruzan en nuestros discursos al momento de nominar “ese” cristo que enarbolamos como símbolo?
¿Qué sucede en nosotros/as cuando nos vinculamos con “ese” cristo que –como decimos- carga sobre sus espaldas las culpas del mundo? (Culpa: palabra compleja, si la hay. ¿Culpa de quién? ¿De qué? ¿Quién lo dice? ¿Desde cuándo?) ¿No se proyecta acaso un martirio heroico que más que traer salvación, nos lleva a la perdición –a veces a escapar- del ser y del sentir, en pos de cumplir con el sacrificio que solicita el “Padre” (que puede ser cualquiera –una institución, una persona, un discurso, una tradición- que sepa escenificar su rigor para imponer lo que desea)?
¿Tenemos que ser como “ese” sufrido chivo emisario que se entrega por completo, enmudecido y desolado, para que el otro/a no sufra las consecuencias de sus propias acciones?
¿Nos apoyamos en el Cristo que transita en el reconocimiento de su inherente debilidad en las heridas del cuerpo, o queremos ser “ese” falso cristo Pantokrator (con esa hipócrita Mayúscula) que se posiciona como Súper Hombre por sobre todo poder cruel del mundo? (¿Asumiendo así un mayor sadismo…?)
No seamos “ese” cristo. No somos Súper Humanos que vemos la vida más allá de la muerte, sino que vivimos plenamente, construyendo variadas y coloridas experiencias y transitares, desde la frontera de la debilidad, de la vacuidad que nos amenaza, desde el límite de la existencia, desde la duda constante que nos desafía.
No perdamos nuestra condición más simple y suprema, nuestro sentido de humanidad y corporalidad más básicos, por creernos salvadores de una realidad que no podemos controlar como un juego de ajedrez (¿o acaso somos Dios…? O mejor dicho, “ese” dios en quien a veces creemos, que puede hacer de la historia un escenario de marionetas).
No podemos apoyarnos en la psicótica figura de “ese” cristo que se olvida de sus más profundos sufrimientos y escándalos en pos de una obediencia ciega que hace perder su sentido vital más real: la realidad del límite, de lo inesperado, hasta de lo no deseado (“… si quieres, pasa de mí esta copa…”)
Sí, seamos como Cristo: el “Cristo verdadero” (ergo, un Cristo que nunca conoceremos como tal, que sólo será un horizonte, una “ilusión”, en el sentido más concreto, corporal y estético del término) Pero no como “ese” cristo que niega el inevitable “entrecomillado” de su fugaz y relativa construcción, para esconderse bajo la Mayúscula del falso poder absoluto y disfrazarse de la supuesta objetividad del enunciado que niega su pasajera condición, en “ese” preciso momento: nuestras historias, experiencias, debilidades, deseos y contingencias.
Nicolás Panotto

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